sábado, 28 de enero de 2012

LA ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO DE BELGRANO


La otra historia ha condenado a Manuel Belgrano a no ser. Belgrano no tiene día en el calendario oficial. El día de su muerte es el Día de la Bandera. Y ya sabemos de la importancia que el símbolo patrio adquiere entre nosotros más allá de los festejos deportivos y las declamaciones patrioteras de ocasión. No nos han enseñado con ejemplos a querer a nuestra Bandera. Ha sido violada y usurpada por los gobiernos genocidas que han hecho abuso de su uso. Hay que recuperarla para nosotros, y ésa es una tarea imprescindible pero larga. Mientras tanto, Belgrano sigue sin ser recordado como se merece.
El desprendimiento, el desinterés y la abnegación son virtudes que nuestras "familias patricias" dicen admirar en los demás, pero que no forman parte de su menú de opciones. Ellas morirán mucho más ricas de lo que nacieron porque el resto de los argentinos morirá mucho más pobre. Leyes de las matemáticas, de la suma y de la resta.
Claro que omiten decir que Belgrano nació rico y que invirtió todo su capital económico y humano en la Revolución. No dicen que Belgrano no se resignó a morir pobre y reclamó hasta los últimos días de su vida lo que le correspondía: sus sueldos atrasados, y que se aplicaran a los fines establecidos los 40.000 pesos oro que había donado para la construcción de escuelas y que le fueron robados por los perpetradores de la administración pública.
Manuel Belgrano fue mucho más que el creador de la Bandera. Estamos hablando de uno de los intelectuales más lúcidos de su tiempo que pudo escribir párrafos como los que siguen y que mantienen una dolorosa actualidad. Escribía en La Gaceta el 1º de septiembre de 1813: "Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. El imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario".
En sus Escritos económicos hay notables párrafos dedicados a la educación: "Los niños miran con fastidio las escuelas, es verdad, pero es porque en ellas no se varía jamás su ocupación; no se trata de otra cosa que de enseñarles a leer y escribir, pero con un tesón de seis o siete horas al día, que hacen a los niños detestable la memoria de la escuela, que a no ser alimentados por la esperanza del domingo, se les haría mucho más aborrecible este funesto teatro de la opresión de su espíritu inquieto y siempre amigo de la verdad. ¡Triste y lamentable estado el de nuestra pasada y presente educación!"
En cuanto a la distribución de la tierra escribía: "Es de necesidad poner los medios para que puedan entrar al orden de sociedad los que ahora casi se avergüenzan de presentarse a sus conciudadanos por su desnudez y miseria, y esto lo hemos de conseguir si se les dan propiedades que se podría obligar a la venta de los terrenos, que no se cultivan".

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