lunes, 27 de mayo de 2013

Bernardo de Monteagudo: "patriota de la independencia americana "

Bernardo de Monteagudo nació en Tucumán el 20 de agosto de 1789, un mes después de que estallara en
París la que pasaría a la historia como la Revolución Francesa. Estudió en Córdoba y luego, como Mariano Moreno y Juan José Castelli, en la Universidad de Chuquisaca (actual Bolivia) donde, en junio de 1808, se graduó como abogado, con una tesis muy conservadora y monárquica titulada: "Sobre el origen de la sociedad y sus medios de mantenimiento". Pero vertiginosamente, al calor de los acontecimientos europeos que precipitarán las decisiones en América, sus lecturas y sus ideas se van radicalizando. Mientras Napoleón invadía España y tomaba prisionero a Fernando VII, creando un conflicto de legitimidad que será en adelante el argumento más fuerte de los patriotas para proponer el inicio de la marcha hacia la independencia, Monteagudo escribe el “Diálogo entre Fernando VII y Atahualpa”, una sátira política en la que los dos reyes se lamentan de sus reinos perdidos a manos de los invasores. El tucumano le hace decir a Fernando: “El más infame de todos los hombres vivientes, es decir, el ambicioso Napoleón, el usurpador Bonaparte, con engaños, me arrancó del dulce regazo de la patria y de mi reino, e imputándome delitos falsos y ficticios, prisionero me condujo al centro de Francia”. Atahualpa le responde: “Tus desdichas me lastiman, tanto más cuanto por propia experiencia, sé que es inmenso el dolor de quien padece quien se ve injustamente privado de su cetro y su corona.”

Allí aparece una de las primeras proclamas independentistas de la historia de esta parte del continente: “Habitantes del Perú: si desnaturalizados e insensibles habéis mirado hasta el día con semblante tranquilo y sereno la desolación e infortunio de vuestra desgraciada Patria, despertad ya del penoso letargo en que habéis estado sumergidos. Desaparezca la penosa y funesta noche de la usurpación, y amanezca luminoso y claro el día de la libertad. Quebrantad las terribles cadenas de la esclavitud y empezad a disfrutar de los deliciosos encantos de la independencia”.

Al año siguiente, exactamente el 25 de mayo de 1809, fue uno de los promotores de la rebelión  de Chuquisaca contra los abusos de la administración virreinal y a favor de un gobierno propio que sería la chispa de la Revolución que estallaría un año después en Buenos Aires. Con apenas diecinueve años de edad, será el redactor de la proclama, donde dice: “Hasta aquí hemos tolerado esta especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria, hemos visto con indiferencia por más de tres siglos inmolada nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto (se refiere a España, es claro) que degradándonos de la especie humana nos ha perpetuado por salvajes y mirados como esclavos. Hemos guardado un silencio bastante análogo a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de su humillación y ruina”. El virrey Cisneros ordenó una violenta represión que llevarán adelante Nieto, desde el sur, y Goyeneche, desde el norte. Ambos hacen una verdadera masacre y Monteagudo va a parar engrillado a la Real Cárcel de la Corte de Chuquisaca por el “abominable delito de deslealtad a la causa del rey”. El mariscal Nieto había enviado a  todos los efectivos disponibles para combatir a los patriotas, en apoyo del Capitán de Fragata José de Córdova. La ciudad universitaria había quedado virtualmente desamparada. Monteagudo, ansioso por plegarse a las filas patriotas que se acercaban decidió preparar un plan para fugarse. Alegando “tener una merienda con unas damas” en el jardín contiguo de la prisión, obtuvo la codiciada llave que le abría la puerta de salida.1 Así, el 4 de noviembre de 1810, recuperó su libertad, partió hacia Potosí, y se puso a disposición del ejército expedicionario, que al mando de Castelli, había tomado la estratégica ciudad el 25 de noviembre. El delegado de la junta, que conocía los antecedentes revolucionarios del joven tucumano, no dudó en nombrarlo su secretario.

La dupla empezó a poner nerviosos por igual a realistas y  saavedristas que veían en ellos a los “esbirros del sistema robespierriano de la Revolución Francesa”.

Monteagudo confirmó que estaba en el lugar correcto cuando fue testigo de la dureza de las medidas aplicadas por el Representante y el aplicado cumplimiento de las órdenes de Moreno que insistía: “Las circunstancias de ser europeos los que únicamente se han distinguido contra nuestro ejército en el último ataque, produce la circunstancia de sacarlos de Potosí, llegando al extremo de que no quede uno solo en aquella villa”.

Así salieron, el 13 de diciembre de 1810, los primeros 53 españoles desterrados para la ciudad de Salta. La lista fue armada personalmente por Castelli.  

El Alto Perú tenía una doble connotación para hombres como Monteagudo y Castelli. Era sin duda la amenaza más temible a la subsistencia de la revolución y era la tierra que los había visto hacerse intelectuales. Fue en las aulas y en las bibliotecas de Chuquisaca donde Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo y Juan José Castelli habían conocido la obra de Rousseau y fue en las calles y en las minas del Potosí donde habían tomado contacto con los grados más altos y perversos de la explotación humana admitida en estos términos por uno de  los principales responsables de la masacre, el Virrey Conde de Lemus: “Las piedras de Potosí y sus minerales están bañadas en sangre de indios y si se exprimiera el dinero que de ellos se saca había de brotar más sangre que plata.”2 Allí también se habían enterado de una epopeya sepultada por la historia oficial del virreinato: la gran rebelión tupamarista. Fueron los indios los que les hicieron saber que hubo un breve tiempo de dignidad y justicia y que guardaban aquellos recuerdos como un tesoro, como una herencia que debían transmitir de padres a hijos para que nadie olvidara lo que los mandones soñaban que nunca había ocurrido.

El 14 de diciembre de 1810, Castelli firmó la sentencia que condenaba a muerte a los enemigos de la revolución y principales ejecutores de las masacres de Chuquisaca y La Paz, recientemente capturados por las fuerzas patriotas. A las nueve de la noche fueron puestos en capilla, destinándoseles habitaciones separadas para que “pudiesen prepararse a morir cristianamente”.

El día 15, en la Plaza Mayor de la imperial villa, entre las 10 y 11 horas de la mañana, se ejecutó la sentencia, previa lectura en alta voz que de la misma se hizo a los reos, hincados delante de las banderas de los regimientos.

Entre los espectadores que rodeaban el patíbulo, hubo uno que siguió ansioso el desarrollo de la escena. Bernardo de Monteagudo, que había visto las masacres perpetradas por Paula Sanz y Nieto apenas un año atrás en Chuquisaca, no olvidará nunca el episodio que sus ojos contemplaron:

“¡Oh, sombras ilustres de los dignos ciudadanos Victorio y Gregorio Lanza!3 ¡Oh, vosotros todos los que descansáis en esos sepulcros solitarios! Levantad la cabeza: Yo lo he visto expiar sus crímenes y me he acercado con placer a los patíbulos de Sanz, Nieto y Córdova, para observar los efectos de la ira de la patria y bendecirla con su triunfo”4.

Cumpliendo con las órdenes de la junta, Castelli había iniciado conversaciones secretas con el jefe enemigo Goyeneche para tratar de lograr una tregua. Una pieza clave en las negociaciones fue Domingo Tristán, gobernador de la Paz y primo de Goyeneche. Finalmente el armisticio se firmó el 16 de mayo de 1811. 
Como era de esperar, la noche del 6 de junio de 1811, las tropas de Goyeneche rompieron la tregua: una fuerza de 500 hombres atacó sorpresivamente a la avanzada patriota. Goyeneche pretendía que las que habían violado la tregua eran nuestras tropas por haberse defendido.

Los dos ejércitos velaban sus armas a cada lado del río Desaguadero, cerca del poblado de Huaqui. Las tropas de Castelli, Balcarce, Viamonte y Díaz Vélez, en la margen izquierda, sumaban 6.000 hombres. Del otro lado, Goyeneche había reunido 8.000. A las 7 de la mañana del 20 de junio de 1811 el ejército español lanzó un ataque fulminante. El desastre fue total.  

Pero aún en la derrota, aquellos hombres no se daban por vencidos. Quizás en aquellas noches de charlas interminables en los Valles andinos haya nacido el plan político que los morenistas sobrevivientes a la represión expondrían en la Sociedad Patriótica, y es muy probable que Bernardo de Monteagudo haya esbozado las primeras líneas del proyecto constitucional más moderno y justo de la época y que publicaría en la Gaceta de Buenos Aires meses después. Allí decía el tucumano: Los tribunos no tendrán algún poder ejecutivo, ni mucho menos legislativo. Su obligación será únicamente proteger la libertad, seguridad y sagrados derechos de los pueblos contra la usurpación el gobierno de alguna corporación o individuo particular, pero dando y haciéndoselos ver en sus comicios y juntas para cuyo efecto -con la previa licencia del gobierno- podrán convocar al pueblo. Pero como el gobierno puede negar esa licencia, porque ninguno quiere que sus usurpaciones sean conocidas y contradicha por los pueblos, se establece que de tres en tres meses se junte el pueblo en el primer días del mes que corresponda, para deliberar por sufragios lo que a él pertenezca según la constitución y entonces podrán exponer los tribunos lo que juzgaren necesario y conveniente en razón de su oficio a no ser que la cosa sea tan urgente que precise antes de dicho tiempo la convocación del pueblo, y no conseguida, podrá hacerlo".

Castelli fue enjuiciado y obligado a bajar a Buenos Aires para ser juzgado por la derrota de Huaqui y por su conducta calificada de “impropia” para con la Iglesia católica y los poderosos del Alto Perú. Ningún testigo confirmó los cargos formulados por los enemigos de la revolución. La nota destacada la dio el testigo Bernardo de Monteagudo cuando se le preguntó “si la fidelidad a Fernando VII fue atacada, procurándose inducir el sistema de la libertad, igualdad e independencia. Si el Dr. Castelli supo esto”. Monteagudocontestó con orgullo en homenaje a su compañero: “Se atacó formalmente el dominio ilegitimo de los reyes de España y procuró el Dr. Castelli por todos los medios directos e indirectos, propagar el sistema de igualdad e independencia.”.

Monteagudo se hizo cargo de la dirección de la Gaceta de Buenos Aires, donde escribía textos como el que sigue: “Me lisonjeo de que el bello sexo corresponderá a mis esperanzas y dará a los hombres las primeras lecciones de energía y entusiasmo por nuestra santa causa. Si ellas que por sus atractivos tienen derecho a los homenajes de la juventud, emplearan el imperio de su belleza en conquistar además de los cuerpos las mentes de los hombres, ¿qué progresos no haría nuestro sistema?”. Este artículo le valió el reto de Rivadavia, por entonces secretario del Triunvirato en estos términos: “El gobierno no le ha dado a usted la poderosa voz de su imprenta para predicar la corrupción de las niñas”. Monteagudo decide fundar su propio periódico el Mártir o Libre.

El 13 de enero de 1812 participa de la fundación de la Sociedad Patriótica y comienza a dirigir su órgano de difusión,  El Grito del Sud.  La Sociedad Patriótica junto a la recién fundada Logia de Caballeros Racionales (mal llamada Logia Lautaro) con San Martín a la cabeza participará el 8 de octubre de 1812 del derrocamiento del Primer Triunvirato y la instalación del Segundo que convocará al Congreso Constituyente que conocemos como la Asamblea del Año XIII en la que Monteagudo participará como diputado por Mendoza. La Asamblea adoptará una serie de medidas que Castelli y Monteagudo habían concretado en el Alto Perú: la abolición de los tributos de los indios; la eliminación de la Inquisición; la supresión de los títulos de nobleza y de los instrumentos de tortura.

El 10 de enero de 1815 edita el periódico El Independiente, que apoya incondicionalmente la política del director Supremo Carlos María de  Alvear. Al producirse la caída del Director, Monteagudo es desterrado y viaja a Europa. Residirá en Londres, París y en la casa de Juan Larrea en Burdeos.  Pudo regresar al país en 1817 cuando San Martín lo nombra Auditor de Guerra del ejército de los Andes con el grado de Teniente Coronel. Redactó el Acta de la Independencia de Chile que firmó O’Higgins el 1º de enero de 1818.

A comienzos de 1820 fundó en Santiago el periódico El Censor de la Revolución y participó de los preparativos de la expedición libertadora al Perú. Colaboró estrechamente con San Martín quien lo nombrará, poco después de entrar en Lima, su ministro de Guerra y Marina y, posteriormente, ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. Muchas de las medidas tomadas por San Martín, como la fundación de la Biblioteca de Lima y de la Sociedad Patriótica local, fueron impulsadas por Monteagudo. Propició la expropiación de las fortunas de los españoles enemigos de la revolución: “Ya no se encuentran esos grandes propietarios que, unidos al gobierno, absorbían todos los productos de nuestro suelo; subdivididas las fortunas, hoy vive con decencia una porción considerable de americanos que no ha mucho tenían que mendigar al amparo de los españoles”.

El 25 de julio de 1822, mientras San Martín se encaminaba hacia Guayaquil (actual Ecuador) para entrevistarse con Bolívar, se produjo un golpe contra Monteagudo en Lima. El alzamiento fue promovido por los sectores más conservadores, que encontraron eco en el Cabildo de la ciudad virreinal y consiguieron la destitución y la deportación del colaborador de San Martín. Monteagudo se radicó por algún tiempo en Quito, tras ser un testigo privilegiado de la decisión de San Martín de renunciar a sus cargos y delegar el mando de sus tropas en Bolívar. El libertador venezolano lo incorporó a su círculo íntimo y le confió la tarea de preparar la reunión del Congreso anfictiónico que debía reunirse en Panamá para concretar la ansiada unidad latinoamericana. Pero entre la gente más cercana a Bolívar había importantes enemigos de Monteagudo, como el secretario del Libertador, el republicano José Sánchez Carrió, que desconfiaba del tucumano porque lo creía un monárquico. Estaba ocupado y entusiasmado en la concreción de aquel sueño de la Confederación sudamericana, cuando recibió un anónimo que decía: “Zambo Monteagudo, de esta no te desquitas”. Sin darle la menor importancia a la amenaza, la noche del 28 de enero de 1825 iba con sus mejores ropas a visitar a su amante, Juanita Salguero, cuando fue sorprendido  frente al convento de San Juan de Dios de Lima por Ramón Moreira  y Candelario Espinosa, quien le hundió un puñal en el pecho. Un vecino del lugar, Mariano Billinghurst, acudió al lugar y trató de auxiliarlo ordenando su traslado al convento, donde fue atendido por un cirujano y un boticario que nada pudieron hacer para salvar su vida.

Espinosa fue detenido y Bolívar lo interrogó personalmente para saber quién lo había contratado para matar a Monteagudo, pero el sicario mantuvo el secreto. Según distintas versiones nunca confirmadas, el instigador del crimen fue Sánchez Carrió quien poco tiempo después murió envenenado. 

Varios años después, el 25 de abril de 1833, San Martín le escribía a su amigo Mariano Álvarez, residente en Lima, diciéndole que debía hacerle “…una pregunta sobre la cual hace años deseo tener una solución verídica y nadie como usted puede dármela, con datos más positivos, tanto por su carácter como por la posición de su empleo. Se trata del asesinato de Monteagudo: no ha habido una sola persona que venga del Perú, Chile o Buenos Aires, a quien no haya interrogado sobre el asunto, pero cada uno me ha dado una diferente versión; los unos lo atribuyen a Sánchez Carrió, los otros a unos españoles, otro a un coronel celoso de su mujer. Algunos dicen que este hecho se halla cubierto de un velo impenetrable, en fin, hasta el mismo Bolívar no se ha libertado de esta inicua imputación, tanto más grosera cuanto que prescindiendo de su carácter particular incapaz de tal bajeza, estaba en su arbitrio si la presencia de un Monteagudo le hubiese sido embarazosa, separarlo de su lado, sin recurrir a un crimen, que en mi opinión jamás se cometen sin un objeto particular”.

Monteagudo, previendo a sus críticos contemporáneos y futuros publicó en La Gaceta de Buenos Aires: “Sé que mi intención será siempre un problema para unos, mi conducta un escándalo para otros y mis esfuerzos una prueba de heroísmo en el concepto de algunos, me importa todo muy poco, y no me olvidaré lo que decía Sócrates, los que sirven a la Patria deben contarse felices si antes de elevarles altares no le levantan cadalsos”.

Referencias:
1 Documentación original en poder de G. René Moreno. Cfr. MARIANO A.PELLIZA, Monteagudo, su vida y sus escritos. Buenos Aires, 1880.
2 El Conde de Lemus a Su Majestad, en Contrarréplica a Victorian de Villava; en Ricardo Levene, Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno, Apéndice, Buenos Aires, Peuser, 1960.

3 Revolucionarios asesinados por Nieto y Paula Sanz

4 BERNARDO MONTEAGUDO: Ensayo sobre la Revolución del Río de la Plata desde el 25 de Mayo de 1809, en Mártir o Libre, Buenos Aires, 1812.

lunes, 20 de mayo de 2013

Bernardino Rivadavia, el primer presidente argentino


Nació en Buenos Aires el 29 de mayo de 1780. Inició sus estudios en el Colegio de San Carlos en 1798 donde cursó Gramática, Filosofía y Teología, pero no se graduó en ninguna de estas materias, abandonando los estudios en 1803.
Durante las invasiones inglesas. Se incorporó a las milicias con el grado de Capitán en el cuerpo de "gallegos" donde tuvo una destacada actuación. El 14 de agosto de 1809, a los 29 años se casó con una joven muy distinguida de la sociedad porteña: Juana del Pino y Balbastro, hija del octavo virrey del Río de la Plata, Joaquín del Pino. El matrimonio Rivadavia se muda a la calle Defensa 453 donde nacerán sus cuatro hijos: Benito, Constancia, que morirá a los cuatro años, Bernardino y Martín.
Rivadavia participó del Cabildo Abierto del 22 de Mayo y votó contra la continuidad del virrey. Pero no tuvo un rol protagónico en los sucesos de mayo. En el enfrentamiento entre saavedristas y morenistas, tomó partido por estos últimos. Cuando tras meses de enfrentamientos el 22 de setiembre de 1811 fue creado el primer Triunvirato, integrado por Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea; Rivadavia fue nombrado Secretario de Gobierno y Guerra. En el Triunvirato la personalidad política de Rivadavia se impuso desde el primer momento y se tornó protagónica. No pocos compararon al triunvirato con los tres mosqueteros que eran tres pero eran cuatro y el cuarto era el más influyente de todos.
Sancionó e hizo jurar el 19 de diciembre de 1811, el Estatuto, por el cual el Triunvirato se transformaba en la autoridad máxima, disolviendo la Junta Grande. Esto provocó un gran descontento en el interior y le dio un carácter autoritario al Triunvirato. La llegada de San Martín y Alvear a Buenos Aires, en 1812, y la creación de la Logia Lautaro, se convirtieron en un escollo para el poder de Rivadavia, al que se sumaría la palabra y la acción de Bernardo de Monteagudo desde de la Sociedad Patriótica. Todos estos elementos, sumados a las sucesivas derrotas militares sufridas por los ejércitos patriotas, precipitaron los acontecimientos y provocaron la "revolución" del 8 de octubre de 1812, el primer golpe de estado de la historia argentina. Ese día, las tropas de San Martín y otros cuerpos militares, se hicieron eco del descontento popular y derrocaron al primer Triunvirato, reemplazándolo por otro, afín a las ideas de la Logia y la Sociedad Patriótica, compuesto por Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso y Antonio Alvarez Jonte.
Tras esta derrota, Rivadavia desapareció por dos años de la escena política, hasta que el Director Supremo, Gervasio Posadas, le encargó en 1814 junto a Manuel Belgrano una misión diplomática en Europa, con el objeto de obtener apoyos para la revolución. El fracaso de la misión fue rotundo. Belgrano regresó en 1816, pero Rivadavia permaneció en Londres hasta 1820.
En Europa tomó contacto con círculos intelectuales, políticos y económicos de España e Inglaterra que le proporcionaron gran parte de su formación y le aportaron importantes contactos que le serían muy útiles en los años venideros.
Tras el tumultuoso año 20 y la caída de las autoridades nacionales, Martín Rodríguez fue nombrado, en abril de 1821, gobernador titular de Buenos Aires con "facultades extraordinarias sin límite de duración", "protector de todos los derechos y conservador de todas las garantías", designó a Bernardino Rivadavia como Ministro de Gobierno, un cargo muy importante equivalente al de un Primer Ministro actual .
En su discurso de asunción decía Rivadavia: "La provincia de Buenos Aires debe plegarse sobre sí misma, mejorar su administración interior en todos los ramos; con su ejemplo llamar al orden los pueblos hermanos; y con los recursos que cuenta dentro de sus límites, darse aquella importancia con que debía presentarse cuando llegue la oportunidad deseada de formar una nación."
Tomás de Iriarte en sus memorias define al gobernador Martín Rodríguez como a "un hombre vulgar, un gaucho astuto que tuvo buena elección de ministros y fue dócil para dejarse gobernar."
Rivadavia había regresado de Inglaterra muy entusiasmado por las doctrinas económicas y políticas vigentes en la capital de la Revolución Industrial.
Allí había conocido al ensayista político Jeremy Bentham y a través de él apreció las obras de Adam Smith, David Ricardo, Bacon, Locke y Newton.
Le decía en una carta a su amigo Bentham" Qué grande y gloriosa es vuestra patria!, mi querido amigo. Cuando considero la marcha que ella sola ha hecho seguir al pensamiento humano, descubro un admirable acuerdo con la naturaleza que parece haberla destacado des resto del Mundo a propósito"
Pero la situación de la Provincia de Buenos Aires difería enormemente de la europea. Aquí no había industrias, ni una burguesía con ganas de aplicar las nuevas técnicas del progreso y mucho menos de arriesgar sus seguras ganancias ganaderas en "aventuras industriales". En definitiva las ideas de Rivadavia que eran las del liberalismo progresista de principios de siglo, no tenían por estas tierras base de sustentación en una clase dirigente muy conservadora y desconfiada de las novedades.
De todas maneras el ministro Rivadavia llevó adelante una serie de reformas que intentaron modificar la estructura del estado bonaerense y hasta la relación de éste con el poder eclesiástico.
En noviembre de 1821 se dictó una ley de olvido para promover la pacificación que permitió el retorno de desterrados como Alvear, Sarratea, Soler, Dorrego y Pagola.
"Es preciso no acordarse, si es posible, ni de las ingratitudes, ni de los errores, ni de las debilidades que han degradado a los hombres o afligido a los pueblos en esta empresa demasiado grande y famosa. Por esto ha pensado el gobierno que obra dignamente proponiendo en esta oportunidad el adjunto proyecto de ley de olvido."
También lanzó una reforma eclesiástica que le traería graves problemas. . Suprimió los fueros eclesiásticos, que permitían a las órdenes monásticas tener sus propias cortes de justicia; confiscó las propiedades de las órdenes religiosas y creó instituciones que competían en áreas de poder e influencia que había sido patrimonio de la Iglesia: fundó la Universidad de Buenos Aires, la Sociedad de beneficencia y el Colegio de Ciencias Morales.
Entre los bienes eclesiásticos expropiados figuraba el santuario de la Virgen de Lujan porque. "el gobierno, para velar por el cumplimiento del principio de que las instituciones piadosas están obligadas a rendir a algún servicio público que contribuya a la comodidad o al sostén de la moral, y en todo caso al progreso del país que las adopta; procedió a instruirse de cuál era el objeto y servicio del santuario llamado de Luján, cuál era el estado de sus bienes y rentas y cuál su administración. Lo que ha resultado, comprobado es, que no rinde servicio alguno, y que no tiene más objeto que el culto de una imagen."
Los sacerdotes descontentos, encabezados por Gregorio Tagle, encabezaron dos conspiraciones en agosto de 1822 y marzo de 1823. Esta fue la más importante. El gobierno se enteró del intento y decidió reprimirlo. En la Plaza de la Victoria los conjurados marchaban al grito de "¡Viva la religión!" y "¡Mueran los herejes!" mientras repartían rosarios, escapularios y panfletos con rezos como este:
"De la trompa marina - libera nos Domine
Del sapo del diluvio - libera nos Domine
Del ombú empapado de aguardiente - libera nos domine
Del armado de la lengua - libera nos domine
Del anglo-gálico- libera nos Domine
Del barrenador de la tierra - libera nos Domine
Del que manda de frente contra el Papa - libera nos Domine
De Rivadavia - libera nos Domine
De Bernardino Rivadavia - libera nos Domine
Kyrie eleison - Padre Nuestro. Oración como arriba."
Dos de los complotados fueron fusilados, muchos fueron detenidos y Tagle logró huir.
Rivadavia suprimió los Cabildos, último resabio de la organización política colonial, y estableció una novedosa ley electoral que incluía el sufragio universal, con las limitaciones propias de la época. La nueva ley establecía que tenían derecho al voto
todos los hombres libres nativos del país o avecindados en él mayores de 20 años, pero sólo podían ser elegidos para los cargos públicos los ciudadanos mayores de 25 "que poseyeran alguna propiedad inmueble o industrial".
Manuel Dorrrego tuvo una importante participación en los debates sobre la ley electoral, entre otras cosas dijo entonces:
"...Y si se excluye (del voto) a los jornaleros, domésticos y empleados también ¡entonces quien queda? Queda cifrada en un corto número de comerciantes y capitalistas la suerte del país. He aquí la aristocracia del dinero, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro en el Banco, y entonces el Banco sería el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación con todas las provincias"
Por iniciativa de Rivadavia, el gobierno contrató en 1824, un empréstito con la firma inglesa Baring Brothers por un millón de Libras.
El nacimiento de la Casa Baring coincide con el de la gran política financiera del Imperio Británico. Los hermanos Alexander y Francis Tornhill , son los hijos del fundador de la casa, Sir Francis Baring y los principales directivos de la misma en el momento de firmarse el empréstito con Buenos Aires. Los Baring unirán su carrera financiera a su actividad política. Alexander será nombrado por el Primer Ministro Peel, ministro de la Moneda. Su hermano Francis llegará a ser Lord de la tesorería entre, ministro de Hacienda de Inglaterra entre. Director de la Compañía de Indias y Primer Lord del Almirantazgo.
El empréstito se contrataba con el objetivo de crear pueblos en la frontera con el indio, fundar un Banco, construir una red de agua y un puerto. Los gestores fueron: Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson y en su conjunto se llevaron 120.000 Libras del monto total del crédito en carácter de comisión
Descontadas las comisiones de los seis gestores, dos de los cuales eran ingleses, los gastos de emisión y varias cuotas adelantadas, llegaron a Buenos Aires sólo 570.000 Libras, la mayoría en letras de cambio sobre casas comerciales británicas en Buenos Aires propiedad de los gestores del empréstito. Pero la deuda se asumía por el total: 1 millón de Libras.
El dinero del empréstito, por diversas circunstancias, no se destinó a la construcción de obras públicas como había sido previsto. Se dilapidó en gastos improductivos. Para 1904, cuando se terminó de pagar el crédito, la Argentina había abonado a la Casa Baring Brothers la suma de 23.734.766 pesos fuertes.
Todas las tierras públicas de la provincia quedaron hipotecadas como garantía del empréstito. Rivadavia decidió entonces aplicar el sistema de "enfiteusis" por el cual los productores rurales podrían ocupar y hacer producir las tierras públicas, no como propietarios sino como arrendatarios.
El monto del canon que debían pagar al Estado lo fijaban los mismos arrendatarios de manera que terminó siendo insignificante.
Los grandes propietarios aprovecharon el sistema de enfiteusis para acaparar enormes extensiones de tierra con el desembolso mínimo que les permitía la ley.
Poco después de concedido el empréstito, el 31 de marzo de 1824, llegó a Buenos Aires un nuevo Cónsul de Su majestad, Mr. Woodbine Parish. El funcionario traía la misión de firmar un tratado de Libre Comercio y Amistad cuyo texto era idéntico al impuesto por William Huskisson -jefe del "Board of trade" londinense- a todas las ex colonias de Hispanoamérica, que ambicionaban ser reconocidas.
Al mismo tiempo, este tratado impuesto por Inglaterra como requisito previo para el reconocimiento de nuestra independencia, y firmado el 2 de febrero de 1825, sellará el destino del país como nación dependiente de una nueva metrópoli que le asignó un papel inamovible en la división del trabajo que imponía al mundo: el de simple productor de materias primas y comprador de manufacturas.
En medio de una prosperidad que iba en aumento, con sus instituciones reformadas, Buenos Aires, conducida por Rivadavia, no abandonaba sus viejos planes con relación a la organización del país.
Ya a partir de 1823 la Provincia había comenzado a tender los hilos para reunir un nuevo Congreso cuyo cometido era, fundamentalmente, el de dar una Constitución al país que permitiera su organización. Se buscaba además apoyo para solucionar el problema de la Banda Oriental incorporada al Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina.
Lentamente, la iniciativa fue prendiendo, y en diciembre de 1824 representantes de todas las provincias de la época -incluidos los de la Banda Oriental, Misiones y Tarija- comenzaron a sesionar en Buenos Aires, cuyo gobierno era ejercido por Las Heras.
El Congreso tomó diversas medidas, entre ellas la Ley Fundamental, la Ley de Presidencia y la Ley de Capital del Estado.
La Ley Fundamental promulgada en 1825, daba a las provincias la posibilidad de regirse interinamente por sus propias instituciones hasta la promulgación de la Constitución, que será  ofrecida a su consideración y no será  promulgada ni establecida hasta que haya sido aceptada.
Este promisorio comienzo sufrirá sus primera  grietas el 6 de febrero de 1826 con la creación del cargo de Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los defensores del proyecto pretendieron utilizar la situación de guerra con el Brasil, para transformar en permanente el cargo provisorio que había sido delegado en el gobierno de Buenos Aires.
El candidato elegido fue Bernardino Rivadavia, lo que molestó aún más a las provincias puesto que representaba a la tendencia unitaria.
Buenos Aires es "el sitio más despreciable que jamás vi, estoy cierto que me colgaría de un árbol si esta tierra miserable tuviera árboles apropiados. . . " Así escribía, tres meses después de su llegada a estas tierras, John Ponsonby, barón de Imokilly, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Gran Bretaña ante las Provincias Unidas. Woodbine Parlsh, afectado por la designación de Ponsonby, había escrito que ". -un high aristocrat está poco calificado para tratar a los bajisimos demócratas con quienes debemos alternar aquí"
Ponsonby fue recibido por Rivadavia el primero de setiembre de 1826, con guardia de honor y salvas de artillería. Un mes después escribía sobre Rivadavia: "El Presidente me hizo recordar a Sancho Panza por su aspecto, pero no es ni la mitad de prudente que nuestro amigo Sancho. . . Como político carece de muchas de las cualidades necesarias". Estimó, sin embargo, que Rivadavia era "autor de muchas, beneficiosas y buenas leyes".
La Ley de Capital del Estado, proyecto presentado por el nuevo presidente y aprobado de inmediato, le hizo perder a Rivadavia también el apoyo de los porteños.
La ciudad de Buenos Aires quedaba bajo la autoridad nacional, hasta que ésta organizara una provincia. La provincia había desaparecido, contraviniéndose así lo expresado por la Ley fundamental de 1825.
Se terminó  por aprobar en diciembre de 1826 una Constitución que, si no fuera por su declarado republicanismo, coincide  en cuanto a su tendencia centralizadora con la de 1819 y, como aquella, provoca  la airada repulsa de los caudillos y los pueblos.
Así fracasó este nuevo intento de organizar al país. Rivadavia renunció en junio de 1827.
Pocos días después el poder nacional quedaba disuelto cobrando nuevos impulsos la guerra civil y las autonomías provinciales.
Rivadavia se retiró definitivamente de la vida pública. En 1829 parte hacia Francia, dejando a su familia en Buenos Aires. En Paría vuelve a su oficio de traductor. Pasan por sus manos "La Democracia en América" de Tocqueville; "Los viajes" y "El arte de criar gusanos de seda" de Dándolo. En 1834 decide regresar a Buenos Aires. Pero el gobierno de Viamonte le impide desembarcar. Su mujer y su hijo Martín, que lo esperaban en el puerto, suben al barco y se suman al exilio de Rivadavia. Los hijos mayores, Benito y Bernardino, tienen otros planes: se han sumado a la causa federal y están luchando para que Juan Manuel de Rosas asuma definitivamente el poder.
Los Rivadavia se instalan primero en Colonia y luego pasan a Brasil. Allí, tras un accidente doméstico, murió Juanita del Pino en diciembre de 1841. Martín volvió a Buenos Aires a unirse a sus hermanos y Rivadavia decidió a fines de 1842 partir hacia Cádiz, donde se instaló junto a dos sobrinas, en una modesta casa del barrio de la Constitución. Tenía sesenta y cinco años cuando hizo modificar su testamento al advertir que sus sobrinas le estaban robando la poca plata labrada que le quedaba. El 2 de septiembre de 1845, pocos días después de este episodio, murió pidiendo que su cuerpo "no volviera jamás a Buenos Aires". Sin embargo sus restos fueron repatriados en 1857 y desde 1932 descansan en el mausoleo levantado en su honor en Plaza Miserere.


sábado, 11 de mayo de 2013

Himno Nacional Argentino

El Himno nacional argentino es el himno oficial de Argentina. Fue escrito por Vicente López y Planes en 1812, y compuesto por Blas Parera en 1813. Originalmente fue denominado Marcha patriótica, luego Canción patriótica nacional, y posteriormente Canción patriótica, una publicación en 1847 lo llamó "Himno Nacional Argentino", nombre que ha conservado hasta la actualidad. La versión original del himno dura 20 minutos y en 1924 fue abreviado a entre 3 minutos 30 segundos y 3 minutos 53 segundos. En algunas publicaciones extranjeras aparece erróneamente bajo el nombre de ¡Oíd, mortales!, que son las primeras palabras de la canción. La forma de ejecución y el texto están establecidas en el decreto 10.302 de 1944

El 24 de mayo de 1812 se presentó en la "Casa de Comedia" de Buenos Aires la obra teatral "El 25 de Mayo" de Blas Parera, referida a la Revolución de Mayo de 1810, la cual terminaba con un himno coreado por los actores. Uno de los espectadores, el porteño Vicente López y Planes, se sintió inspirado y esa misma noche escribió la primera estrofa de un himno para reemplazar al de Morante, al que el catalán Blas Parera había puesto música.
El Triunvirato entendió que debía darle al pueblo un canto nacional de mayor importancia que el que hasta entonces se entonaba. En un oficio del 22 de julio de 1812, dirigido al Cabildo de Buenos Aires, sugería a éste que mandase a componer "la marcha de la patria", para ser ejecutada al principio de las funciones teatrales, debiendo el público escucharla de pie y descubierto, así como en las escuelas al finalizar diariamente las clases.
La Asamblea General Constituyente del Año XIII ordenó componer la letra del himno con fecha 6 de marzo de 1813 y lo aprobó como "Marcha Patriótica" el día 11 de mayo de 1813. Al día siguiente le encargó componer una nueva música a Blas Parera. En una sola noche terminó la partitura. En 1817, Parera abandonó la Argentina, viviendo varios años en Río de Janeiro y finalmente en España, donde murió. Sobre el exilio de Blas Parera se ha especulado mucho, indicándose que partió del país a causa de haber sido obligado a componer la música del himno; esta teoría carece de documentación que la avale. El musicólogo Carlos Vega, explica al respecto que, "meses antes de su partida, el gobierno argentino (recuérdese que el país estaba en guerra) exigió a todos los españoles residentes juramento de fidelidad a la patria naciente y morir por su independencia total, legalizando su adhesión mediante una carta de ciudadanía. Podría ser que la adopción de la nacionalidad argentina hubiera sido una imposición demasiado dura para el catalán, y acaso la causa de su extrañamiento súbito."
Según la tradición, el 14 de mayo de 1813, en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson se cantó por primera vez siendo aquella dama quien interpretó sus estrofas. Se estima que la obra fue presentada el mismo día 25 de mayo de 1813 ya que el día 28 de ese mismo mes se cantó en el teatro durante una función patriótica efectuada durante la noche. Luego se lo conocería como Canción Patriótica Nacional, y más tarde simplemente como Canción Patriótica. Pero en una copia de 1847 aparece titulada como Himno Nacional Argentino, nombre que recibe en la actualidad.
El testimonio de un viajero de la época da una idea de la amplia aceptación popular de la que gozaba el nuevo himno: En 1817, un diplomático estadounidense, Henry M. Brackenridge, fue testigo de la extraordinaria difusión que había tenido en el pueblo rioplatense la canción patriótica que la Asamblea del año 1813 había consagrado como Marcha Nacional.
Brackenridge viajaba en un pequeño barco desde Montevideo a Buenos Aires y, en el transcurso de la travesía, escuchó las estrofas del himno coreadas espontáneamente por sus acompañantes. El relato de Brackenridge, tomado de su libro Voyage to South America (Viaje a Sud América), publicado en Baltimore en 1819, decía:
“Por la tarde, nuestros compañeros, después de beber un vaso de algo estimulante, rompieron con una de sus canciones nacionales, que cantaron con entusiasmo como nosotros entonaríamos nuestro ‘Hail Columbia!’. Me uní a ellos en el fondo de mi corazón, aunque incapaz de tomar parte en el concierto con mi voz. La música era algo lenta, aunque audaz y expresiva... este himno, me dijeron, había sido compuesto por un abogado llamado López, ahora miembro del Congreso, y que era universalmente cantado en todas las provincias de El Plata, así en los campamentos de Artigas, como en las calles de Buenos Aires; y que se enseña en las escuelas como parte de la esencia de la educación de la juventud...”
La letra era marcadamente independentista y antiespañola, como correspondía al espíritu de la época. Tiempo más tarde la Asamblea del año XIII pide un "arreglo" de la letra, para que el himno quedara más acorde con los nuevos vientos que soplaban: Inglaterra se oponía vigorosamente a todo intento de autonomía en las colonias de España, su aliada en la guerra contra Napoleón. El embajador británico, Lord Strangford, hace saber al gobierno de Buenos Aires "lo loco y peligroso de toda declaración de independencia prematura".
Desaparecen entonces estrofas que anunciaban que "se levanta a la faz de la Tierra una nueva y gloriosa Nación". Se infiltran, en cambio, conceptos monárquicos tan en boga entonces, cuando los próceres competían en candidaturas de príncipes europeos para gobernarlos: el príncipe portugués, el francés, el italiano...
No extraña entonces el "ved en trono a la noble igualdad", afrancesamiento relacionado con el propósito de coronar al duque de Orleans (aunque otros autores señalan que los orleanistas no estaban a favor de la "noble igualdad" de la Revolución francesa sino más bien lo contrario, que eran partidarios del Antiguo Régimen). O "sobre alas de gloria alza el pueblo, trono digno a su Gran Majestad", estrofa desaparecida en la versión definitiva. O "ya su trono dignísimo abrieron, las Provincias Unidas del Sur".
La música del himno experimentó en 1860 una modificación encomendada al músico Juan Pedro Esnaola, quien realizó una versión orquestada más rica desde el punto de vista armónico.
Tenido por Himno Nacional, la Canción Patriótica de Vicente López y Planes; a través de un largo período de la nacionalidad fue interpretado de acuerdo con el texto original; pero una vez desaparecido el furor de la contienda contra España, en aras de un acercamiento político con ésta, debido a numerosas críticas por parte de representantes diplomáticos españoles, la canción nacional sufrió en su enunciado una modificación de forma en lo relativo a aquella parte que pudiera tener un concepto peyorativo para otros países.
Durante la segunda presidencia del general Julio Argentino Roca, el 30 de marzo de 1900 un decreto refrendado con la firma del Presidente de la Nación y de los ministros Luis María Campos, Emilio Civit, Martín Rivadavia, Felipe Yofre, José María Rosa y Martín García Merou disponía que:
"Sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta:
Artículo 1°. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán la primera y la última cuarteta y el coro de la Canción Nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de mayo de 1813."
Desaparecieron así las marciales referencias a "los bravos [argentinos] que unidos juraron su feliz libertad sostener, a esos tigres sedientos de sangre [los españoles] fuertes pechos sabrán oponer". También se quitó: "Son letreros eternos que dicen: aquí el brazo argentino triunfó, aquí el fiero opresor de la Patria [el soldado español] su cerviz orgullosa dobló".En 1813, la Asamblea General Constituyente que regía la actual República Argentina encargó a Blas Parera la composición de lo que sería la Marcha Patriótica, con letra de Vicente López y Planes.
En 1860 Juan Pedro Esnaola realizó algunos cambios a la música basándose en anotaciones manuscritas del compositor.
Por el decreto número 10.302 del 24 de abril de 1944, esta Marcha fue aprobada como el Himno Nacional Argentino.
Hoy en día, la versión vigente del Himno corresponde a la transcripción realizada por Luis Lareta, que se ajusta a lo acordado el 25 de septiembre de 1928 por el Poder Ejecutivo de la Nación. Ya en 1900 se había reglamentado por decreto del Poder Ejecutivo utilizar una versión reducida de la marcha para actos oficiales y públicos

martes, 7 de mayo de 2013

LUIS LEON UN REFERENTE PARA LAS NUEVAS GENERACIONES, por JOSE VALLE



Conocido por su apodo de "Bicho", León nació el 23 de abril de 1924 en la localidad correntina de Yapeyú pero luego se instaló en Chaco, donde se recibió de bioquímico y cursó estudios de ciencias económicas en la Universidad del Noreste, fue un político de destacada trayectoria en la Unión Cívica Radical. Se desempeñó como Convencional Nacional Constituyente, Diputado Nacional, Senador Nacional y fue candidato a gobernador de la Provincia del Chaco, donde desarrolló toda su carrera política, en dos ocasiones.
Dedicó la mayor parte de su vida a la actividad política, tanto desde cargos partidarios como electivos, todos ellos en representación de la provincia de Chaco. Por su militancia radical, fue cesanteado por el gobierno peronista de la provincia.
Fue miembro de la Convención Nacional Constituyente de 1957, comenzando su carrera nacional. Defendió y votó el artículo 14 bis de la constitución reformada. También fue diputado nacional entre 1958 y 1962, y entre 1963 y 1966. Fue presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara. Durante 12 años fue secretario de la mesa del Comité Nacional de la UCR.
Durante las décadas de 1960 y 1970, adhirió a la Línea Nacional dirigida por Ricardo Balbín y era amigo personal del vicepresidente Carlos Perette. En 1972, junto a Balbín, fueron organizadores de la Hora del Pueblo, acuerdo entre el radicalismo y el peronismo que promovió la salida constitucional a la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse. Fue electo senador nacional entre los años 1973 y 1977. En una misión ante el Mercado Común Europeo, condenó enérgicamente el proteccionismo aduanero de productos alimenticios llevado adelante por las naciones de ese bloque.
En 1981 formó parte de la Multipartidaria, que llevaría adelante un diálogo entre las principales fuerzas políticas del país. Al año siguiente creó el M.A.Y.( Movimiento de Afirmación Yrigoyenista) línea interna de la UCR, con las que se presentó a elecciones internas en 1983. Fue derrotado por quien sería el siguiente presidente, Raúl Alfonsín. El M.A.Y. sólo logró vencer en el Chaco, llevando a León a la presidencia de la UCR del Chaco. Fue candidato a gobernador de su provincia, acompañado por Ángel Rozas como candidato a vicepresidente, pero resultó derrotado por el candidato del Partido Justicialista. Fue fundador, primer Presidente y Presidente Honorario del Parlamento Latinoamericano (http://www.parlatino.org/).
Con el retorno a la democracia, en 1983 volvió al Senado de la Nación hasta el 1992 cuando fue reelecto hasta 2001. En esta función en 1986 fue el autor del proyecto original de la Ley de Defensa del Consumidor Nº 24.240.3 Se desempeñó como vicepresidente primero de la Cámara. En su paso por el Senado mostró su tenaz oposición al acuerdo por el Canal del Beagle y una sólida defensa a la causa Malvinas. Fue nuevamente candidato a gobernador en 1987, pero fue nuevamente derrotado.
Se distinguió por su lucha contra la privatización de la empresa YPF, y la solución del Litigio del Campo de Hielo Patagónico Sur.
En 1985 en Brasilia es elegido nuevamente Presidente del Parlamento Latinoamericano. Presidiendo reuniones sobre Deuda Externa (Montevideo 1985), Medio Ambiente (México 1987), Política de Paz en Centroamérica (Guatemala), Derechos Humanos y Narcotráfico (Quito), Integración Cultural (La Paz).
Habla a los Presidentes de América Latina pidiendo apoyo para la Institucionalización del Parlatino (Bogotá) lo que se concreta en la firma del Tratado en Lima (Noviembre 1987).
Preside delegaciones a la Unión Interparlamentaria Mundial y asiste a numerosas reuniones del diálogo América Latina-Europa con el Parlamento Europeo.
Fue condecorado por varios países.En 1993 es elegido Vicepresidente de la U.C.R. . Rechaza el Pacto de Olivos.
Casado con Marta Longombardo y padre de un hijo, padecía el mal de Alzheimer. Internado por mucho tiempo en un geriátrico de la ciudad de Buenos Aires, falleció en enero de 2009. Sus restos descansan en un cementerio privado en Resistencia
.Luis León fue un verdadero ejemplo, de honestidad, humildad y amor por la patria, un espejo en el cual muy pocos -o acaso nadie en la política argentina de hoy- pueda mirarse....No solamente hizo lo debido, sino que honró su actividad pública en demasía