martes, 10 de septiembre de 2013

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO PADRE DE LA EDUCACIÓN

Cuando Domingo Faustino Sarmiento asumió la presidencia de la Nación, en 1868, la realidad del país distaba de ser pujante y alentadora.
La extensa superficie argentina estaba casi incomunicada, con pocos ferrocarriles y escasos telégrafos. Tan sólo el ganado vacuno se paseaba mansamente de un lado a otro, pues ni siquiera había alambrados.
La educación no era fomentada, mucho menos la inmigración, y la misma suerte corría la capacitación científica.
Las Fuerzas Armadas, por su parte, no estaban centralizadas, sino a merced de los caudillos, que se manejaban a su antojo dentro de sus territorios.
Según Sarmiento, estas eran las principales causas de la barbarie que reinaba en el país. Hombre inteligente y enérgico, él tenía el diagnóstico, pero… ¿tenía la cura?
Ponete el traje de prócer, trasladate un siglo y medio hacia el pasado, y enterate cómo la escuela llegó al poder.

La mirada hacia el Norte
Tres años antes de llegar a la presidencia, Sarmiento representaba a nuestro país en los Estados Unidos, bajo el cargo de Ministro Plenipotenciario.
Allí forjó su visión sobre el rumbo que, según él, debía seguir la Argentina. Se maravilló por el funcionamiento de una nación repleta de ferrocarriles, y con inmigrantes que llegaban de todas partes del mundo.
Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue el alto nivel educativo. Era tanta su admiración que luego, cuando llegó a la presidencia, contrató a 65 docentes norteamericanas para que ayudaran a mejorar nuestras escuelas.

De alumno a presidente
En 1868, ya de regreso por nuestros pagos, los miembros del ejército y algunos líderes políticos le propusieron ocupar el cargo de presidente, para reemplazar a Bartolomé Mitre.
En esa época no se votaba como lo hacen hoy tus papás: el voto no era universal, secreto ni obligatorio.
Como había estado mucho tiempo fuera del país, muchos desconocían sus propuestas, pero Sarmiento prometió invertir en educación para civilizar el país. ¿Si cumplió? En 1852, sólo 20 escuelas eran solventadas por el gobierno de Buenos Aires y aun menos en las demás provincias. Para 1874, cuando terminó su mandato, se habían construido 1.117 escuelas públicas e inaugurado más de un centenar de bibliotecas populares.

¡Alambren el país!
La falta de educación era uno de los grandes problemas, pero no el único. Donde más se reflejaba la ausencia del Estado era en el campo: había grandes extensiones de tierra sin deslinde ni propietarios, que eran gobernadas por caudillos.
Para contrarrestar la ausencia estatal, el presidente Sarmiento incentivó la inmigración en las regiones despobladas. Por ejemplo: en Chivilcoy (Buenos Aires), aplicó el modelo de división de parcelas, introdujo nuevos cultivos y recibió a 20.000 extranjeros.

Rumbo a la civilización
El aislamiento generado por la falta de herramientas de comunicación y transporte (barcos de vapor, servicios de correos o telégrafos) era otra de las preocupaciones de Sarmiento como presidente.
El país estaba incomunicado internamente y también externamente. Pero gracias a la visión y pujanza de Sarmiento, la Argentina se convirtió en el país sudamericano con más ferrocarriles. ¡Y no sólo eso! También pasó a la vanguardia en líneas telegráficas, al extender un cable a Europa y a Estados Unidos.
Tampoco se olvidó de la ciencia: en su mandato se creó el Observatorio Astronómico de Córdoba.

Después de seis años como presidente, fue reemplazado por Nicolás Avellaneda. Pasado el tiempo, Domingo Faustino Sarmiento se exilió en Paraguay hasta el día de su muerte: el 11 de septiembre de 1888, fecha en que lo recordamos por ser el presidente que más hizo por la educación. ¡Gracias, maestro!

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