lunes, 14 de diciembre de 2015

Distinciones del CEDICUPO en el Día Nacional del Tango, Bahía Blanca

Con motivo de los festejos del Día Nacional del Tango en Bahía Blanca, el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina otorgó cuatro merecidos reconocimientos a personalidades e instituciones destacadas de la comunidad. Durante el acto inaugural del 11 de diciembre, llevado a cabo en el Centro Cultural de la Cooperativa Obrera donde se inauguró una plaqueta homenaje a Osvaldo Pugliese -fiel representante del tango y el cooperativismo-, se distinguió a la Cooperativa Obrera Ltda. por su permanente apoyo a la cultura nacional y popular. Esta institución brinda a la comunidad una amplia oferta de servicios y capacitaciones apoyando incondicionalmente “lo nuestro”; durante todo el mes de diciembre, en el hall de entrada al lujoso auditorio de Zelarrayán 560 permanecerá en exhibición una muestra tanguera con fotografías de Omar Morán y esculturas en madera del artista Celso Biondo. Por la noche, en El Motivo Tanguería, José Valle –Presidente del CEDICUPO- entregó un reconocimiento a la trayectoria a la Sra. Ana Benozzi, porteña de nacimiento y bahiense por adopción. Docente, bailarina y coreógrafa de tango que entró en la danza con apenas 3 años, como jugando. Danzas clásicas, españolas, tap y folklore, entre otros ritmos, se hicieron
propios en su cuerpo. El tango fue siempre parte de su familia y la acompañó desde la cuna hasta que un día decidió aprender a enseñarlo, encontrando entre sus alumnos bailarines de tango de nivel internacional. Otra distinción a la trayectoria fue para el Sr. Ricardo Martín, Director de la revista VEME que en 2015 cumplió 10 años de publicación ininterrumpidos, con notas de gran interés para la comunidad bahiense, con colaboradores de lujo, historia y presente de la localidad y de un barrio en particular que verdaderamente ha hecho mérito de su pretensión de “República”, Villa Mitre.
Finalmente, el CEDICUPO reconoció al profesor y ex concejal Edgardo Raúl Ayude por su permanente apoyo a la cultura nacional y popular. Con más de 180 proyectos presentados en el Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Bahía Blanca en el cual ejerció su banca desde diciembre de 2011 hasta los últimos días, presentando una conducta consecuente con su pensamiento y valores inquebrantables, Raúl Ayude ha acompañado las propuestas culturales que han brindado los productores públicos y privados de la ciudad cuando coincidían con los intereses del pueblo.

Fin de la conversació

domingo, 15 de noviembre de 2015

Inolvidable noche de homenajes en la Botica del Ángel

A pesar de la intensa lluvia que dificultó las actividades nocturnas en la ciudad de Buenos Aires el pasado jueves 12 de noviembre, La Botica del Ángel –reducto cultural legado por Eduardo Bergara Leumann- fue testigo de una verdadera fiesta del tango y la cultura popular argentina.
Allí, desde las 21 hs se ofreció el espectáculo “Nostalgias”, conducido por José Luis Larrauri, encabezado por la cantante Gaby “La voz sensual del Tango” y acompañado por las cantantes Valentina Etchebest, Florencia Presedo y el pianista Mario Valdez, que fue también reconocido con el premio “Bahía Blanca No Olvida- Carlos Di Sarli”.

José Luis Larrauri, Mario Valdez y Florencia Presedo, Valentina Etchebest, Gaby y José Colángelo
Lo más emotivo de la noche fueron sin duda las distinciones a la trayectoria que el Lic. José Valle (Presidente del Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina y Coordinador del Ciclo “Bahía Blanca No Olvida”) otorgó a reconocidas personalidades caras a los sentimientos de los argentinos en diferentes ámbitos.
El primero en recibir su diploma y medalla a la trayectoria fue la cantante y productora Elba Cristian que, entre lágrimas agradeció la distinción, recordando las dificultades con las que permanentemente se encuentran los intérpretes y productores de música nacional. Cristian produce festejos del Día Nacional del Tango ininterrumpidamente desde 1991 en importantes salas de Capital Federal con artistas de todo el país.
Seguidamente, fue el turno del querido Periodista Roberto Di Sandro, una institución del periodismo político, Decano de la Sala de periodistas acreditados en Casa Rosada y testigo de los últimos 70 años de la historia argentina, oficiando su profesión de manera intachable. Lo demuestra el respetuoso reconocimiento de todos los que tienen la suerte de conocerlo y la ovación que lo acompañó hacia el escenario de la mágica Botica.
A continuación, recibió distinción a la trayectoria del CEDICUPO el pianista director y compositor de tango José Colángelo, eximio músico en cuyo abultado currículum figura haber sido pianista de la orquesta y el cuarteto de Aníbal Troilo, a quien reconoce como su gran maestro. Las palabras de “Pepe” Colángelo fueron muy sentidas al recibir el reconocimiento, pero más aún lo fue su interpretación en el piano del tango “Responso” en homenaje a Pichuco, a quien dedicó la ejecución con un nostálgico nudo en la garganta, compartido por Marcelo Guaita, entrañable amigo del gordo Troilo, que desde la platea compartió su emoción.
El siguiente distinguido fue el Embajador de la Paz y Dr. Honoris causa Osvaldo García Napo quien recibió el Premio “Bahía Blanca No Olvida- CARLOS DI SARLI” por destacada trayectoria de 44 años luchando por la cultura, la educación, el medio ambiente, la paz y la inclusión.
Acto seguido, fue el turno del productor y representante Héctor Caballero, quien entre bromas y nostalgia recordó sus primeros años en el ambiente artístico, los incontables viajes realizados por el mundo de la mano de la música y la producción del disco de tango grabado con su ex esposa (madre de dos de sus hijos) Valeria Lynch, que le otorgó grandes satisfacciones.

Elba Cristian, Roberto Di Sandro, José Colángelo, Osvaldo García Napo y Héctor Caballero
Seguidamente, llegó al escenario el ex futbolista Norberto Madurga quien emocionó a la platea con su humildad y agradecimiento destacando que este reconocimiento no era para él una distinción sólo merecida por su labor profesional en el popular deporte argentino (tanto en Boca Juniors como en la Selección Nacional) sino una caricia al alma por sus nobles valores humanos. 
El siguiente galardonado fue Roly Serrano, reconocido este año por múltiples Instituciones: “Me han dado tantos premios en estos últimos meses que ya me estoy preocupando” bromeó el actor agradeciendo sinceramente el otorgado para la ocasión junto a tantas queridas personalidades.
Otro galardonado fue el muy apreciado periodista Luis Pedro Toni quien, tras recordar sus primeros pasos en la profesión y su paso por el diario La Razón, agradeció el reconocimiento y se lo dedicó a su esposa y compañera de tantos años que lo acompañaba desde la platea.
Finalmente, recibió el Premio Bahía Blanca No Olvida- Carlos Di Sarli el Vicepresidente de la Academia Nacional del Tango Osvaldo Minian, incansable luchador por la memoria del maestro bahiense, que además de agradecer el reconocimiento pidió que no se extingan los defensores de “lo nuestro” como José Valle, a quien agradeció especialmente todo lo realizado por la cultura nacional y la figura del Señor del Tango.

Norberto Madurga, Roly Serrano, Luis Pedro Toni, Mario Valdez y Osvaldo Minian

sábado, 17 de octubre de 2015

A 70 años del surgimiento del peronismo: el 17 de octubre

Una multitud de trabajadores se movilizó hace 70 años a Plaza de Mayo para reclamar la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón, el hombre que el 17 de octubre de 1945 se convirtió en líder indiscutido del movimiento político que hizo posible que los sectores populares conquistaran derechos sociales y condiciones de ciudadanía.
Dos años antes de este hecho de masas, que marcó una divisoria de aguas en la historia argentina del siglo XX: un golpe de Estado encabezado por el general Arturo Rawson puso fin el 4 de junio de 1943, al gobierno de Ramón Castillo, surgido del fraude electoral.
Al iniciarse el gobierno militar de Rawson, el movimiento obrero se encontraba dividido en cuatro centrales sindicales. Los dirigentes iniciaron contactos con oficiales del Ejército, entre los cuales estaban Perón y Domingo Mercante, con el propósito de impulsar un conjunto de leyes sociales.
Perón decidió impulsar la creación del Departamento de Trabajo, organismo que comenzó a gestionar la relación del gobierno con los gremios y que en diciembre de 1943 alcanzó el rango de Secretaría. Desde esa dependencia, Perón impulsó la creación de tribunales de trabajo, la indemnización por despido, el Estatuto del Peón Rural y el de los periodistas. En 1944, se sancionaron 123 convenios colectivos de trabajo y al año siguiente, otros 347, los cuales alcanzaban a más de 2 millones de trabajadores.
La gestión de Perón generó el apoyo de los gremios, que comenzaron a respaldar su posible candidatura presidencial, lo que generó recelos entre la oficialidad del Ejército que ocupaba el Gobierno. El ministro de Guerra, el general Eduardo Ávalos, cabeza de los conservadores del Ejército, planteó la detención de Perón. Presionado por esos sectores, el presidente Edelmiro Farrell ordenó el 12 de octubre de 1945 la detención de Perón y su traslado a la isla Martín García. Tres días después de la detención, el gremio azucarero de FOTIA se declaró en huelga para reclamar su liberación.
Perón acusaba un malestar y fue trasladado al Hospital Militar en el barrio de Belgrano, a donde arribó el 17 por la madrugada. En las primeras horas de esa jornada de miércoles, los sindicatos, ante la presión de las bases, comenzaron a movilizarse para exigir su liberación .
El gremialista Cipriano Reyes organizó las primeras columnas de manifestantes que avanzaron hacia Plaza de Mayo. La multitud era imparable y en las primeras horas de la tarde colmó por completo la Plaza de Mayo, donde los manifestantes se refrescaron los pies en una fuente con tal de mitigar el efecto del calor.
Pasadas las 23, desde el balcón de la Casa Rosada, Perón habló a la multitud y, en un hecho que inauguró la liturgia de su movimiento, pidió la desmovilización en paz.
El 17 de octubre pasó ser conocido como el Día de la Lealtad en la tradición peronista, pero lo más trascendente de ese día fue la incorporación de la clase trabajadora como factor de poder .

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Frases de Mariano Moreno

Abogado, periodista y político argentino, uno de los principales ideólogos e impulsores de la Revolución de Mayo (1810) y gran participación como secretario de la Primera Junta.Mariano Moreno nace en el seno de una familia de clase media, de padre español Manuel Moreno y Argumosa y madre argentina Ana María Valle.
Estudia en el Real Colegio de San Carlos y luego viaja a Chuquisaca (Sucre, Bolivia) en 1799 para completar sus estudios de teología y obtener el título de abogado en 1804.
En 1806, durante las expediciones británicas que atacaron a las colonias españolas del Río de la Plata, conocidas como Invasiones Inglesas (1806-1807), Mariano Moreno se opone y redacta un diario con los acontecimientos.
Durante la Revolución de Mayo (1810) no participa activamente en los sucesos revolucionarios, donde fue depuesto el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y reemplazado por la Primera Junta.
Al ser proclamada la primera Junta, Mariano Moreno fue nombrado secretario y se reveló como un gran estratega, tratando de extender y consolidar la revolución a través del "Plan de Operaciones".
Tiempo después funda el periódico "La Gaceta", la Biblioteca Nacional y se preocupó de los intereses de la industria y el comercio, reacondicionó los puertos de Ensenada y de Carmen de Patagones.
El prestigio logrado por Mariano Moreno con sólo 33 años despertó recelos dentro y fuera del gobierno y tras un fuerte choque con Cornelio Saavedra, presidente de la junta, es destinado a una misión en Londres (Inglaterra).
Fallece en alta mar el 4 de marzo, a bordo de la fragata inglesa "Fame", en el viaje que hacía como diplomático hacia Inglaterra.
El gobierno antiguo nos había condenado a vegetar en la oscuridad y abatimiento, pero como la naturaleza nos ha criado para grandes cosas, hemos empezado a obrarlas, limpiando el terreno de tanto mandón ignorante.
Es justo que los pueblos esperen todo bueno de sus dignos representantes; pero también es conveniente que aprendan por sí mismos lo que es debido a sus intereses y derechos.
Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila.
Felizmente, se observa en nuestras gentes, que sacudido el antiguo adormecimiento, manifiestan un espíritu noble, dispuesto para grandes cosas y capaz de cualesquier sacrificios que conduzcan a la consolidación del bien general.
(...) No debía escandalizarse por el sentido de mis voces, de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a toda costa. Para conseguir el ideal revolucionario hace falta recurrir a medios muy radicales.
La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo: si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria.
¡Levante el dedo el pueblo que no tenga que llorar hasta ahora un cúmulo de adoptados errores, y preocupaciones ciegas, que viven con el resto de sus individuos; y que exentas de la decrepitud de aquéllos, no se satisfacen con acompañar al hombre hasta el sepulcro, sino que retroceden también hasta las generaciones nacientes para causar en ellas igual cúmulo de males!
Yo he visto llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno, cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806, vi entrar a 1. 560 hombres ingleses, que apoderados de mi patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de la ciudad.
Sea que sigan dependiendo de España o que formen gobiernos independientes, lo cierto es que los sudamericanos, en este momento, abren sus brazos a Inglaterra: es indiferente en qué forma buscan nuestra ayuda, siempre que el incremento de los negocios y el nuevo mercado que nos ofrecen para la venta de nuestras manufacturas compense nuestra protección.
Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas.
Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía.
El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Arturo Sabato:El Ideólogo De La Política Petrolera De Frondizi Por José Valle

Fue un actor central en la política petrolera del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962), que se impuso ganar la llamada "batalla del petróleo" aumentando el área de exploración y explotación mediante los contratos con empresas privadas.
Esos convenios fueron posteriormente anulados, al llegar Arturo Illia al gobierno.
Muchos años después, en 1988, cuando volvía a abrirse camino la participación privada en las postrimerías del gobierno de Raúl Alfonsín, Sabato expresó que la decisión con que actuó Frondizi "engendró resentimientos, cuidadosamente alimentados por los intereses que se vieron lesionados cuando en 60 días se negociaron y firmaron los contratos y en 40 meses se alcanzó el autoabastecimiento".
Dijo entonces que la moral pública "se vería fortalecida si quienes se opusieron entonces y apoyaron la anulación de esos contratos en 1963 reconocieran ahora su grueso error".
Sabato estaba firmemente convencido de que la política desarrollista, que pasó por encima de los reparos contra el capital foráneo, había sido muy beneficiosa para el país. En ese período, entre 1958 y 1960, ocupó la presidencia de YPF.
Y al retirarse, el presidente Frondizi le dijo: "Le correspondió a usted un puesto en nuestra más avanzada vanguardia" y estimó lógico que hubiera tropezado con dificultades y "ataques injustificados contra su persona y sus intenciones".
Arturo Sabato había nacido en Rojas en 1913, en el seno de una familia de once hijos.. Hermano mayor del escritor Ernesto, Sabato fue el delegado personal del ex presidente Arturo Frondizi en YPF y durante su gestión la Argentina llegó por primera vez al autoabastecimiento de petróleo.
Arturo se doctoró en química en La Plata, en 1938. En 1939 ingresó en la destilería de La Plata y trabajó en YPF hasta su renuncia, en 1948. Se reincorporó en 1955, tras haber sido profesor en la Universidad de Cuyo. Falleció el 23 de julio de 1998 en Buenos Aires a los 84 años

viernes, 24 de julio de 2015

HOMENAJES EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

El Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina (CEDICUPO), llevó a cabo homenajes a personalidades destacadas de la cultura y el deporte en la provincia de Buenos Aires.
En la Ciudad de Bahía Blanca y en el marco de las clásicas jornadas "Pichucoxsiempre" en homenaje a Aníbal Troilo el viernes 10 de julio a las 18 hs en el auditorium de la Cooperativa Obrera se entregaron distinciones a la trayectoria al periodista Rubén Baltián y a la cantante Susana Matilla.
En la ciudad de Villa Gesell el sábado 18 de Julio a las 21 hs en el Hotel del Automóvil Club Argentino durante el espectáculo “Una emoción” en homenaje a las grandes orquestas del tango, se distingió a Martha Gaeta y Ricardo Cieri.
El pasado domingo 19 de julio el Club Atlético San Agustín festejó su 90º aniversario, en el amplio salón del Centro Cultural y Recreativo "Germán Lips" de dicha localidad y el Cedicupo distingió a Roger "Coco" Nagore y a Alberto "Tucho" González .

jueves, 2 de julio de 2015

Homenaje a grandes de la Cultura popular Argentina

Hay noches mágicas en las que todo pareciera estar servido para el pleno disfrute de cada detalle, de cada minuto que nos toca vivir. Así fue la velada de homenaje a grandes de la cultura popular argentina el pasado jueves 25 de junio en La Botica del Ángel. Seguramente el duende del querido Eduardo Bergara Leumann compartió uno de los asientos de la sala para que aquella noche fuera inolvidable.
Minutos antes de las 21 hs, grandes estrellas del espectáculo argentino arribaron a la emblemática Botica donde los aguardaba una cálida bienvenida de café Cabrales y afectuosas salutaciones en uno de los bellos salones de Luis Sáenz Peña 543. A las 21 hs, el escenario del recinto de tres plantas abrió sus puertas para que los invitados tomaran sus ubicaciones dispuestos a iniciar la reunión.
Hilda Bernard, Guido Gorgatti, Ricardo Romero, Oscar Rovito y Osvaldo García Napo fueron recibiendo uno a uno la distinción a la trayectoria que el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina en manos de su Presidente, José A. L. Valle, tenía dispuesta para ellos; asimismo firmaron una estrella que engalanaría las paredes y techos de ese recinto, como su histórico dueño y creador solía acostumbrar. A la firma de estrellas se sumó Roberto Quirno, quien además de participar artísticamente con dos bellas canciones litoraleñas, deleitó a los presentes con cómicas anécdotas de su paso por los escenarios internacionales.
José Luis Larrauri fue el maestro de ceremonias con la colaboración de Lilian Yolanda Acuña y Gaby “La voz sensual del Tango” fue la encargada de matizar la noche con tangos y boleros que fueron coreados por el respetuoso y agradecido público presente. Y digo agradecido porque no sólo el público pudo honrarse con la presencia de tamañas estrellas en aquel lugar de ensueño, sino porque artistas, periodistas y acompañantes compartieron allí no una noche de premiación, ni un espectáculo musical, sino una reunión de amigos, una velada de intercambio de historias, respeto y camaradería.
La sensación al dejar aquella Botica del Ángel era de plenitud, de emoción por haber recibido mucho más que lo que se ofrecía desde la invitación… se había logrado la magia, eso que tan pocas veces podemos encontrar.

martes, 9 de junio de 2015

Proclama de Valle y Tanco - Alzamiento del 9 de junio de 1956

El 12 de junio de 1956, en la antigua penitenciaría de la calle Las Heras, fue fusilado el general Juan José Valle, líder del frustrado levantamiento cívico-militar del 9 de junio contra el gobierno del general Pedro Eugenio Aramburu. Aramburu había asumido el gobierno de facto el 13 de noviembre de 1955, tras la autodenominada “Revolución Libertadora”, que derrocó a Juan Domingo Perón en septiembre del mismo año. Durante su gobierno se intervino la CGT, se persiguió a la clase dirigente peronista, y hasta se prohibió todo tipo de mención de términos o frases vinculadas al peronismo. En la noche del 9 de junio el general Juan José Valle encabezó una asonada con focos aislados en Buenos Aires, La Plata y La Pampa. El intento concluyó al cabo de unas pocas horas. Tres días más tarde, el 12 de junio de 1956, el general Valle fue fusilado. La represión costó la vida de más de veinte personas, militares y civiles.

A continuación reproducimos la proclama dirigida al país por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco en la noche del 9 de junio de 1956.

Proclama
Al pueblo de la Nación
Las horas dolorosas que vive la República, y el clamor angustioso de su Pueblo, sometido a la más cruda y despiadada tiranía, nos han decidido a tomar las armas para restablecer en nuestra Patria el imperio de la libertad y la justicia al amparo de la Constitución y las leyes.
Como responsable de este Movimiento de Recuperación Nacional integrado por las Fuerzas Armadas y por la inmensa mayoría del Pueblo –del que provienen y al que sirven-, declaramos solemnemente que no nos guía otro propósito que el de restablecer la soberanía popular, esencia de nuestras instituciones democráticas, y arrancar a la Nación del caos y la anarquía a que ha sido llevada por una minoría despótica encaramada y sostenida por el terror y la violencia en el poder.
Conscientes de nuestra responsabilidad ante la historia, comprendemos que nuestra decisión es el único camino que nos queda para impedir el aniquilamiento de la República en una lucha estéril y sangrienta entre hermanos, cada día más inevitable e inminente…
¡Viva la patria!

Movimiento de Recuperación Nacional
General de División Juan José Valle
General de División Raúl Tanco
Buenos Aires, 9 de junio de 1956.

viernes, 22 de mayo de 2015

La semana de Mayo de 1810

Viernes 18 de mayo,
Saavedra vive en San Isidro y parte hacia Buenos Aires
“Que la España se ha perdido, que el rey está prisionero, se dice que quieren quitar al señor Virrey el mando… formar una junta”.
El 18 de mayo, Buenos Aires se enteraba que las fuerzas francesas dominaban ya casi toda España. El Virrey Cisneros trataba de ganar tiempo, asegurando a quien quisiera oírlo que las autoridades coloniales no habían caducado y que los virreyes americanos asumirían el mando.
Sábado 19 de mayo y Domingo 20: Saavedra cree que hay que contener los desbordes, se habla de desaforados que quieren matar al sordo… así le decían a Cisneros. Mientras el Virrey declaraba que eran “sediciosos secretos”, Belgrano y Saavedra actuaban sin ningún sigilo. Entre los más decididos está Martín Rodríguez Peña: es preciso convocar al pueblo y deponer al Virrey. En la casa de Peña están reunidos Castelli, Belgrano, Vieytes, Moreno, Paso, Saavedra es recibido allí el 19 y todos deciden que vaya junto con Belgrano a exigirle al alcalde de primer voto Lezica que llame a Cabildo Abierto, la idea es evitar una pueblada.
Le dan a Lezica el fin de semana, para que convenza al Virrey que si el lunes no hay Cabildo abierto obraran de nuestra cuenta, o sea sin el visto bueno de las autoridades.
El domingo Lezica se reúne con todos los cabildantes, y deciden rogar al virrey que acepte “la convocación del vecindario”.
El domingo 20 por la noche, el virrey recibe a los comandantes de los cuerpos en la fortaleza, y les dijo que si no lo acompañaban eran sediciosos.
Saavedra, según las fuentes no fue cortante con el Virrey, y eso levantó sospechas sobre su decisión. Aunque los acontecimientos demostraron que en realidad lo que hacía era ganar tiempo. El comandante Martín Rodríguez y otros oficiales secundaron a Saavedra, y todos en el Fuerte exigieron al Virrey el llamado a Cabildo Abierto. Cisneros estaba rodeado y aceptó a regañadientes.
Lunes 21 de mayo: la plaza, los portales de la Recova, estaban llenos de gente, a las 8 de la mañana llegaban los cabildantes y la gente empezó a gritarles Cabildo abierto. Se decide que las tropas de Saavedra vigilarán las calles de entrada a la plaza y se remiten las invitaciones a Cabildo abierto “sin etiqueta” y en calidad de vecino.
Martes El 22 de mayo
Cabildo Abierto:
Martes 22 de mayo. Los p. 72 y 73 peninsulares solo tienen 23 votos de defensa del virrey pero gana la moción de removerlo y nombrar un gobierno nuevo.
El virrey Cisneros y todas las autoridades coloniales se presentaron ante el Cabildo con un muy buen argumento: ¿cómo se podía hacer cesar al Virrey sin consultar a las demás provincias del Virreinato? El planteo lo hizo el fiscal Villota frente a los 450 vecinos reunidos en la Sala, y los patriotas se quedaron sin aliento….
Había algunos armados fuera, en la plaza, la calle y las escaleras interiores del Cabildo, esperando la señal de Belgrano para intervenir en caso necesario, pero nadie había pensado en el argumento de Villota y muchos creyeron que perdían la votación.
La Revolución no podía ser un acto de usurpación sobre el derecho a decidir de los pueblos del interior.
Entonces intervino Juan José Paso y desarmó el argumento del Virrey: la revolución era una necesidad que no podía esperar… todos los pueblos serían consultados pero en libertad. La votación terminó recién a medianoche. Primero votaron Belgrano, Saavedra y Castelli, y tras ellos, con su decisión, arrastraron el voto de la mayoría de los vecinos.
El 22 de mayo el Virrey cesó en su cargo!! Fue el último día de la dominación oficial de la Corona española en el Río de la Plata.
Pero qué autoridad asumiría: ¿El Cabildo?, ¿Una Junta?: eso estaba por verse.
Miercoles 23 de mayo y jueves 24: La Revolución se afirma o se pierde.
El día 23 por la mañana los miembros del Cabildo dieron marcha atrás y decidieron no separar al Virrey de su cargo hasta que lo decidieran todos los pueblos del Virreinato. La jugada era muy audaz pero no encontró respaldo en el pueblo reunido en las calles y la Plaza.
Entre el Cabildo y el Fuerte, iba y venía gente armada que formaba los regimientos creados durante las invasiones inglesas. Estos hombres seguían a sus jefes y todos a Saavedra que era el comandante del Regimiento de Patricios. Pero también escuchaban a Belgrano, el orador más decidido que tenía la revolución.
El Cabildo para ganar tiempo designó el día 24 una Junta con el Virrey a la cabeza, y a Saavedra y a Castelli como vocales.
El descontento se manifestaba entre los grupos que se apiñaban alrededor de French, Berutti y Chiclana, los jóvenes agitadores que animaban a la gente en la Plaza. Para evitar un estallido popular, Belgrano prometió: “Juro a la patria y a mis compañeros que si a las tres de la tarde del día de mañana el Virrey no ha renunciado, ¡¡lo arrojaremos por las ventanas de la Fortaleza abajo”!!
Nadie durmió aquella noche en la ciudad.
Viernes 25 de mayo: 25 de mayo 1810, La voluntad soberana del pueblo.
El 25 de mayo, entre la lluvia y el frío, la fatiga y el insomnio, el Cabildo se reunió para considerar la renuncia que el Virrey había presentado a última hora la noche anterior. Pero la sesión se demoraba y sus miembros no parecían dispuestos a aceptar la petición popular. Un hervidero de voces subía desde la Plaza. Los patriotas identificados con las cintas celestes y blancas que pendían de los sombreros se arremolinaron en los corredores de la casa capitular. French y Berutti, irrumpieron en la sesión exigiendo que se depusiera de una buena vez al Virrey. Los cabildantes enceguecidos llamaron a los comandantes de los regimientos para que reprimieran la asonada. En ese oportuno momento, intervino Martín Rodríguez, para declarar que sus tropas estaban con el pueblo. El Cabildo obcecado se mantenía sin ceder. Pero ya corría una lista con los nombres de la nueva Junta revolucionaria: Saavedra, Castelli, Belgrano, Azcuénaga, Alberti, Matheu, Larrea, Paso y Moreno.
La petición se presentó por escrito y los miembros del Cabildo, resignados, no pudieron eludirla más.
La Junta de Mayo nacía, soberana, del mandato popular, pero la Revolución demoraría un tiempo más en afirmarse.

martes, 5 de mayo de 2015

Carlos Saavedra Lamas, el primer Nobel argentino

A mediados de la década de 1930, Estados Unidos enfrentaba una gran preocupación: ¿cómo asegurar y consolidar, ante una nueva e inminente guerra mundial y el fracaso evidente de la Sociedad de las Naciones, su influencia sobre el continente americano? La Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz, a realizarse en Buenos Aires, en diciembre de 1936, era una segura respuesta. Sin embargo, los enviados norteamericanos a la conferencia encontraron una intransigente oposición del canciller argentino, Carlos Saavedra Lamas, flamante Premio Nobel de la Paz. El país mantenía todavía fuertes vínculos con Europa, principalmente con Gran Bretaña, como para entregarse abiertamente a los intereses norteamericanos. Para Estados Unidos, la conferencia frustró sus más amplias expectativas.
Descendiente de Cornelio Saavedra, hijo de un gobernador bonaerense, diputado nacional en varias oportunidades, ministro en otras tantas, hombre del conservadurismo argentino, filiado primero al Partido Autonomista Nacional y luego a la Concordancia, el canciller argentino había sido notificado de la obtención del distinguido premio internacional en junio de 1936, por el motivo de haber coordinado la comisión internacional de mediación en la cruenta Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, garantizando el armisticio del 12 de junio de 1935, y por la redacción del Pacto Antibélico (Tratado de No Agresión y Conciliación), que fue firmado por 21 países en 1933. Sin embargo, la falta de originalidad en algunos artículos, su presunción personal y las especulaciones tejidas para lograr el premio, le valieron algún cuestionamiento de la distinción.
En ocasión del aniversario de la obtención del Premio Nobel, recordamos las palabras que ofreció durante la Conferencia Interamericana de 1936, donde sostuvo la universalización de la organización de la paz frente a la idea norteamericana de una regionalización del derecho internacional.
Fuente: Güemes documentado, Tomo II, pág. 304; en Luis Oscar Colmenares, Martín Güemes, el héroe mártir, Buenos Aires, Fundación CEPA, 1999.
"Nos circunda un mundo inquieto y agitado. Densas nubes hay en sus horizontes. Se cruzan a veces relámpagos. Vendrá, quizá, una gran tempestad, pero esta tempestad nos encuentra unidos, dispuestos a nobles consultas, a intercambios de ideas para resguardar nuestro continente de repercusiones que no podemos admitir y para volvernos también a todos los horizontes, ofreciendo la colaboración y la cooperación que estamos dispuestos a prestar a los grandes ideales humanos que no tienen límites ni restricciones continentales."
Carlos Saavedra Lamas

lunes, 30 de marzo de 2015

Anécdotas de Juan Manuel de Rosas

Los 25 mates
Juan Manuel de Rosas Cuenta Gabriel Carrasco, hijo de Eudoro Carrasco, empleado de la Secretaría de Rosas, una anécdota que recoge de su padre y que se refiere al Profesor de música de Manuelita Rosas (le enseñaba piano). 
En una circunstancia, don Juan Manuel de Rosas trabó conversación con el Profesor, requiriéndole información sobre los adelantos de Manuelita en sus clases de música, originándose una prolongada conversación con el docente domiciliario... 
Rosas, que siempre estaba asistido por una ordenanza que le cebaba mate, invitó al maestro de música, que aunque era poco aficionado a la criolla infusión, aceptó el ofrecimiento que venía de tan alta investidura. Mientras Rosas conversaba animadamente, el mate circulaba sin interrupción entre ambos protagonistas, hasta que en el sexto mate, el maestro, satisfecho, dio gracias al ordenanza. 
Cuando Rosas recibe en forma seguida su mate se da cuenta que el maestro lo había abandonado, por lo que le advirtió que no quedaba bien tomar mate sólo, sino con alternancias, por lo que lo invitaba a seguir acompañándolo. El maestro, sin ningún entusiasmo, reanudó la ronda de mates con Rosas que era un gran tomador do esa infusión. Cuando se llegó a los quince mates el maestro estaba más que saturado y próximo a descomponerse, por lo que hizo señales al cebador en un sentido negativo. Rosas, advertido le manifestó que el mate estaba riquísimo y que sería una picardía el dejarlo, más aún, sería casi como una ofensa si lo dejaba sólo con el mate. Estas últimas expresiones, al parecer sonaron muy graves ya que el maestro resignado tuvo que seguir tomando mate. 
El pobre hombre estaba hinchado, descompuesto, opilado como se dice, y entre la animada conversación de Rosas y sus miradas imperativas, siguió tomando hasta que Rosas, llamado por sus tareas políticas y administrativas tuvo que retirarse, situación que el maestro totalmente descompuesto aprovechó para retirarse de la casona de Palermo, llegando a su casa en estado deplorable. 
A los pocos días, le llega de Palermo un sobre con una carta de Rosas en la que lo felicita por los progresos registrados por Manuelita en el piano, y también había dentro del sobre otro envoltorio; al abrir este último, encuentra veinticinco mil pesos y una nota que decía: “Van mil pesos por cada mate”, una pequeña fortuna. Dicen que el maestro golpeó fuertemente el pie contra el piso y exclamó: “¡Haberme tomado treinta mates!”, olvidando la descompostura de las vísperas. 

“Cuento lo que me contó Miró” (Mansilla) 
Estamos en la estancia "del Pino". Mejor dicho: están tomando el fresco bajo el árbol que le da su nombre a la estancia, don Juan Manuel Rosas y su amigo el señor don Mariano Miró (el mismo que edificó el gran palacio de la plaza Lavalle, propiedad hoy día de la familia de Dorrego). 
De repente (cuento lo que me contó el señor Miró) don Juan Manuel interrumpe el coloquio, tiende la vista hasta el horizonte, la fija en una nubecilla de polvo, se levanta, corre, va al palenque donde estaba atado de la rienda su caballo, prontamente lo desata, monta de salto y parte... diciéndole al señor Miró: “Dispense, amigo, ya vuelvo”. 
Al trote rumbea en dirección a los polvos, galopa; los polvos parecen moverse al unísono de los movimientos de don Juan Manuel. Miró mira: nada ve, Don Juan Manuel apura su flete que es de superior calidad; los polvos se apuran también. Don Juan Manuel vuela; los polvos huyen, envolviendo a un jinete que arrastra algo. Don Juan Manuel con su ojo experto, ayudado por la milicia gauchesca, tuvo la visión de lo que era la nubecilla de polvo aquella, que le había hecho interrumpir la conversación. “Un cuatrero”, se dijo, y no titubeó. 
En efecto, un gaucho había pasado cerca de una majada y sin detenerse había enlazado un capón y lo arrastraba, robándolo. El gaucho vio desprenderse un jinete de las casas. Lo reconoció, se apuró. Don Juan Manuel se dijo: “Caray..." De ahí la escena... Don Juan Manuel castiga su caballo. El gaucho entonces suelta el capón con lazo y todo, comprendiendo que a pesar de la delantera que llevaba no podía escaparse por bien montado que fuera, si no largaba la presa. 
Aquí ya están casi encima el uno del otro. El gaucho mira para atrás y rebenquea su pingo (a medida que don Juan Manuel apura el suyo) y corta el campo en diversas direcciones con la esperanza de que se le aplaste el caballo a don Juan Manuel. 
Entran ambos en un vizcacheral. Primero, el gaucho; después, don Juan Manuel; pero el obstáculo hace que don Juan Manuel pueda acercársele al gaucho. Rueda éste; el caballo lo tapa. Rueda don Juan Manuel; sale parado con la rienda en la mano izquierda y con la derecha lo alcanza al gaucho, lo toma de una oreja, lo levanta y le dice: 
– Vea, paisano, para ser buen cuatrero es necesario ser buen gaucho y tener buen pingo... Y, montando, hace que el gaucho monte en ancas de su caballo; y se lo lleva, dejándolo a pie, por decirlo así; porque la rodada había sido tan feroz que el caballo del gaucho no se podía mover. La fuerza respeta a la fuerza; el cuatrero estaba dominado y no podía escurrírsele en ancas del caballo de don Juan Manuel, sino admirarlo, y de la admiración al miedo no hay más que un paso. Don Juan Manuel volvió a las casas con su gaucho, sin que Miró por más que mirara, hubiera visto cosa alguna discernible... 
– Apéese, amigo – le dijo al gaucho, y enseguida se apeó él, llamando a un negrito que tenía. El negrito vino, Rosas le habló al oído, y dirigiéndose enseguida al gaucho, le dijo: 
– Vaya con ese hombre, amigo. 
Luego volvió con el señor Miró, y sin decir una palabra respecto de lo que acababa de suceder, lo invitó a tomar el hilo de la conversación interrumpida, diciéndole: 
– Bueno, usted decía... 
Salieron al rato a dar una vuelta, por una especie de jardín, y el señor Miró vio a un hombre en cuatro estacas. Notado por don Juan Manuel, le dijo sonriéndose. 
– Es el paisano ése... 
Siguieron andando, conversando... La puesta del sol se acercaba; el señor Miró sintió unos como palos aplicados en cosa blanda, algo parecido al ruido que produce un colchón enjuto, sacudido por una varilla, y miró en esa dirección. Don Juan Manuel le dijo entonces, volviéndose a sonreír, haciendo con la mano derecha ese movimiento de un lado a otro con la palma para arriba, que no dejaba duda: 
– Es el paisano ése... 
Un momento después se presentó el negrito y dirigiéndose a su patrón, le dijo: 
– Ya está, mi amo.
– ¿Cuántos?
– Cincuenta, señor.
– Bueno, amigo don Mariano, vamos a comer...
El sol se perdía en el horizonte iluminado por un resplandor rojizo, y habría sido menester ser casi adivino para sospechar que aquel hombre, que se hacía justicia por su propia mano, sería en un porvenir no muy lejano, señor de vidas, famas y haciendas, y que en esa obra de predominio serían sus principales instrumentos algunos de los mismos azotados por él. Don Juan Manuel le habló al oído otra vez al negrito, que partió, y tras de él, muy lentamente, haciendo algunos rodeos, ambos huéspedes. 
Llegan a las casas y entran en la pieza que servía de comedor. Ya era oscuro. En el centro había una mesita con mantel limpio de lienzo y tres cubiertos, todo bien pulido. El señor Miró pensó: “¿quién será el otro...?" 
No preguntó nada. Se sentaron, y cuando don Juan Manuel empezaba a servir el caldo de una sopera de hoja de lata, le dijo al negrito que había vuelto ya: 
– Tráigalo, amigo –. Miró no entendió. 
A los pocos instantes entraba, todo entumido, el gaucho de la rodada. 
– Siéntese, paisano – le dijo don Juan Manuel, endilgándole la otra silla. El gaucho hizo uno de esos movimientos que revelan cortedad; pero don Juan Manuel lo ayudó a salir del paso, repitiéndole – : Siéntese no más, paisano, siéntese y coma. 
El gaucho obedeció, y entre bocado y bocado hablaron así: 
– ¿Cómo se llama, amigo?
– Fulano de tal.
– Y, dígame, ¿es casado o soltero?... ¿o tiene hembra?...
– No señor – dijo sonriéndose el guaso – ¡si soy casado!
– Vea, hombre, y... ¿tiene muchos hijos?
– Cinco, señor.
– Y ¿qué tal moza es su mujer?
– A mí me parece muy regular, señor...
– Y usted ¿es pobre?
– ¿Eh!, señor, los pobres somos pobres siempre...
– Y ¿en qué trabaja?...
– En lo que cae, señor...
– Pero también de cuatrero, ¿no?...
El gaucho se puso todo colorado y contestó: 
– ¡Ah!, señor, cuando uno tiene mucha familia suele andar medio apurado...
– Dígame amigo, ¿no quiere que seamos compadres? ¿No está preñada su mujer?– 
El gaucho no contestó. Don Juan Manuel prosiguió. 
– : Vea, paisano; yo quiero ser padrino del primer hijo que tenga su mujer y le voy a dar unas vacas y unas ovejas, y una manada y una tropilla, y un lugar por ahí, en mi campo, y usted va a hacer un rancho, y vamos a ser socios a medias. ¿Qué le parece?... 
– Como usted diga, señor. 
Y don Juan Manuel, dirigiéndose al señor Miró le dijo: 
– Bueno, amigo don Mariano, usted es testigo del trato, ¿eh?... 
Y luego, dirigiéndose al gaucho agregó: 
– Pero aquí hay que andar derecho, ¿no?...
– Sí, señor. 
La comida tocaba a su término. Don Juan Manuel, dirigiéndose al negrito y mirándolo al gaucho, prosiguió: 
– Vaya amigo, descanse; que se acomode este hombre en la barraca, y si está muy lastimado que le pongan salmuera. Mañana hablaremos; pero tempranito, vaya y vea si campea ese matungo, para que no pierda sus pilchas... y degüéllelo... que eso no sirve sino para el cuero, y estaquéelo bien, así como estuvo usted por zonzo y mal gaucho... – Y el paisano salió. 
Y don Mariano Miró, encontraba aquella escena del terruño propia de los fueros de un señor feudal de horca y cuchillo, muy natural, muy argentina, muy americana, nada vio... 
Un párrafo más, y concluyo.
El cuatrero fue compadre de don Juan Manuel, su socio, su amigo, su servidor devoto, un federal en regla. Llegó a ser rico y jefe de graduación. 
Lucio V. Mansilla 

viernes, 13 de marzo de 2015

Francisco "Pancho" Ramírez Por José Valle

Francisco "Pancho" Ramírez (Concepción del Uruguay Entre Ríos, 13 de marzo de 1786 –Chañar Viejo, Córdoba, Argentina, 10 de julio de 1821)

Caudillo entrerriano, llamado El Supremo por sus camaradas -quienes lo consideraban único líder y guía- fue uno de los primeros líderes del federalismo provincial contra el unitarismo y la dominación de Buenos Aires.
Hombre simpático y completamente enamorado de su Delfina, cautiva portuguesa que lo acompañó incondicionalmente -incluso en la lucha armada-, Ramírez, en sólo tres escasos años que duró su deslumbrante carrera logró imponer su nombre por las Provincias Unidas e inmortalizarlo en la historia como un ejemplo de humanidad, convicción y valentía.
En medio de tremendas luchas jamás cometió un atropello, no incurrió en crueldad, en codicia o prepotencia. Cuando ejerció el poder supremo de la "República de Entre Ríos", se preocupó de crear escuelas, montar las bases de una administración pública que duraría muchos años y defender sinceramente el patrimonio de sus gobernados.
M
uere a los 34 años de edad defendiendo a su hembra en el momento más alto de su ambición y su gloria.
La República de Entre Ríos no sobrevivió a Ramírez. Pero el legado del Supremo sí, por eso, aún después de 100 años, sigue siendo motivo de asombro y admiración.
Francisco “Pancho “Ramirez quizo extender nuestra patria ,con profundo sentido latinoamericano ,unir a los pueblos de la cuenca del plata en un gran estado independiente.
Lucho para que los argentinos sintieses el orgullo de ser dignos y libres en su tierra e impuso la idea de la republica que nos salvo de los títulos nobiliarios que heredan unos pocos y que humillan a millones.Los grandes ideales del Supremo Entrerriano no moriran jamás,porque ellos sintetizan nuestro pensamiento nacional, popular y federal.

Extraido de "Francisco Ramírez, el caudillo enamorado" de José Angel Valle, Ed. En un Feca, 2013.Ilustración de Pedro Araya

Juan Martín de Pueyrredón

Juan Martín de Pueyrredón fue uno de los hombres clave del período revolucionario. Masón y liberal, ilustrado y unitario, nació en 1777, hijo de un adinerado vasco francés y de una austera irlandesa. Como tantos otros patriotas del período, estudió en el Colegio San Carlos, antes de seguir su destino por Europa, Cádiz y París, estudiando el arte y la filosofía de la ilustración.
En 1802 volvió a Buenos Aires, donde asumió los negocios familiares y se transformó en un próspero comerciante.  Contrajo su primer y frustrado matrimonio con una prima que, al poco tiempo de casados, fue tomada por loca y, posteriormente, falleció.
Por entonces, Pueyrredón participó como prácticamente toda Buenos Aires de la defensa frente a las invasiones inglesas, tomando hacia el final la titularidad del regimiento de húsares y siendo enviado con posterioridad a España para informar sobre la derrota inglesa. Fue entonces cuando observó la decadencia de la monarquía española y le sobrevino la idea de que un cambio radical era inevitable.
Hacia 1810, Pueyrredón participó de los acontecimientos de Mayo, siendo pronto encargado de la gobernación de la gran Córdoba y, tras el avance del ejército patriota hacia el Alto Perú, de la intendencia de Charcas (hoy Sucre).
En 1812, cuando se entretejían las mayores intrigas en torno a la conducción del proceso revolucionario, Pueyrredón dejó el mando del Ejército del Norte a cargo de Manuel Belgrano y viajó a Buenos Aires para reemplazar a Juan José Paso en el Triunvirato. Pero duró poco esta etapa, siendo disuelto el Triunvirato y él detenido.
Sin embargo, al poco tiempo había retomado la actividad en las provincias del Cuyo y, ya en 1816, el Congreso de Tucumán lo designó Director Supremo de las Provincias Unidas, con el apoyo de Martín Miguel de Güemes y José de San Martín. Desde aquel cargo, que conservó durante tres años, apoyó la campaña a Chile de San Martín, aunque le aconsejó “pordiosear cuando no hay otro remedio”, pero también combatió al proyecto artiguista y otros líderes federales.
Entre 1816 y 1819, su carácter aristocratizante, unitario y porteño se fue acentuando lentamente. Con posterioridad a su rol como Director Supremo, en la década de 1820, atenuó su participación política, dedicándose a la vida familiar, a su segunda esposa -una joven de 14 años, con la que se casó en 1815, cuando ya se acercaba a los 40- y a su hijo Prilidiano.
Juan Martín de Pueyrredón, tío de José Hernández, el autor del Martín Fierro, vivió su vejez en Montevideo, primero, y en París, después. Tras su regreso a Buenos Aires, falleció en marzo de 1850, a los 72 años de edad.

jueves, 5 de marzo de 2015

Urquiza asume como primer Presidente Constitucional




El 5 de marzo de 1854 el general Justo José de Urquiza prestó juramento ante el Congreso Nacional reunido en Santa Fe como presidente de la Confederación Argentina, junto al vicepresidente, Salvador María del Carril.
Justo José de Urquiza llega a la presidencia siendo el primer presidente de la Confederación Argentina.
Durante su gobierno, consecuencia directo del triunfo sobre Rosas en Caseros y del dictado de la constitución nacional, las provincias promulgaron sus propias constituciones. Se designaron los miembros de la Superior Corte de Justicia y se organizaron los tribunales del territorio federalizado. Se dictaron las leyes de ciudadanía y de elecciones.
El Colegio de Concepción del Uruguay y se convirtió en importante centro cultural. Se contrató en Europa a destacados profesores como Amadeo Jacques, Germán Burmeister y Juan Lelong.
Se editó por cuenta del gobierno las obras de Juan Bautista Alberdi. Se nacionalizó la Universidad de Córdoba. Se alentó la inmigración europea y la instalación de colonias agrícolas; se realizó un censo nacional (1857; se exploraron los ríos interiores y se efectuaron estudios para trazar líneas férreas desde Rosario a Córdoba y a Mendoza.
El Congreso ratificó los tratados, firmados por Urquiza antes de ser electo presidente, con Inglaterra, Francia y Estados Unidos que proclamaban la libre navegación de los ríos.
Se firmaron tratados de amistad y comercio con Paraguay país al que se le reconoció su independencia, y con Chile y Brasil.
Se nombró a Juan Bautista Alberdi representante diplomático del gobierno de Paraná en Europa. Por su gestión Francia, Gran Bretaña y el Vaticano reconocieron la legitimidad del gobierno de la Confederación.
Nació en el Talar del Arroyo Largo, provincia de Entre Ríos, el 18 de octubre de 1801; cursó sus estudios primarios en Concepción del Uruguay y los secundarios en el Colegio San Carlos, en la ciudad de Buenos Aires.
De regreso en su provincia, en 1819, abrió una pulpería que atendió personalmente durante un tiempo. Más tarde intervino en un golpe militar contra el gobernador Mansilla, por lo que debió desterrarse en Corrientes.
En 1826 recibió la designación de diputado ante el Congreso entrerriano y en esa ocasión se manifestó como un notabla parlamentario, favorable al sistema federal y contrario a la Constitución unitaria de 1826. Asimismo se mostró un fervoroso partidario de la instrucción pública , inspirador de la ley que ordenaba que cada villa tuviera su escuela.
En 1836 conoció a Juan Manuel de Rosas quien vio en el joven coronel, ya famoso por su inteligencia y valor, un probable enemigo. Urquiza intervino luego en la batalla de Palo Largo contra las tropas entrerrianas sublevadas contra Rosas; en cambio no participó en la de Caa-guazú, en la que el talento táctico del general paz anuló completamente a los entrerrianos.
En 1841 la Legislatura de su provincia lo nombró gobernador y brigadier general del ejército. Durante este primer período de su gestión Urquiza intervino en los conflictos militares que enfrentaban, en el Uruguay, a Oribe y Rivera. El gobernador entrerriano derrotó a este último en la batalla de India Muerta, lo cual le valió su reelección como gobernador.
Sus actos de gobierno pusieron en evidencia su enfoque progresista, fomentando la agricultura, estimulando el comercio, promoviendo industrias y fundando escuelas en las que implantó la enseñanza gratuita. No obstante era evidente que en tanto Rosas siguiera dominando en Buenos Aires e imponiendo su omnímoda voluntad en la política del país, Entre Ríos vería limitadas sus posibilidades de progreso. Para muchos, Urquiza era entonces la figura más prominente del país y el único capaz de enfrentar a Rosas.
Uno de los hechos fundamentales de este período fue la fundación del primer colegio secundario de la República en Concepción del Uruguay, fiel testimonio de la compleja personalidad de Urquiza quien aunaba austeras costumbres campesinas con exquisitos refinamientos de caballero renacentista.
En 1851 se rebeló contra Rosas proclamando la soberanía de su provincia y con el lema Libertad, organización y guerra al despotismo inició su campaña, primero contra Oribe a quien obligó a levantar el sitio de Montevideo y luego contra Rosas, a quien derrotó en Caseros el 3 de febrero de 1852.
Su gestión posterior fue de gran generosidad y sensatez; a fines de mayo de ese mismo año se firmó el Acuerdo de San Nicolás y Urquiza fue nombrado director provisional de la Confederación y jefe de su ejército. En setiembre estalló una revolución dirigida por el doctor Valentín Alsina; la provincia de Buenos Aires, en disidencia, se separó del resto de la Confederación dándose su propia Constitución. No obstante las demás provincias persistieron en la idea de unidad nacional, y reunidas en Santa Fe sancionaron la Constitución que Urquiza luego declaró ley fundamental de la Nación.
En ese mismo año de 1853 fue elegido primer presidente constitucional de los argentinos. Asumió el cargo el 5 de marzo de 1854 y se dio a una impresionante tarea de organización nacional: organizó la administración, mandó construir caminos y líneas ferroviarias, estableció correos, inauguró los sistemas de rentas y aduanas, instaló el régimen de justicia federal y fomentó la educación.
Después de la batalla de Cepeda, en la que Urquiza derrotó a Mitre, se firmó el pacto de San José de Flores por el que se incorporaba a Buenos Aires a la Confederación. Luego Urquiza entregó el gobierno a su sucesor, Sanitago Derqui, y se retiró a su provincia en la que volvió a hacerse cargo de la gobernación.
No obstante la batalla de Pavón vino a confirmar que el desacuerdo aún agitaba los espíritus; el triunfo de Mitre trajo como consecuencia la caída del presidente Derqui, lo cual convenció a Urquiza de que la unidad nacional se realizaría bajo la jefatura de Buenos Aires. Con ejemplar desprendimiento apoyó desde entonces a los gobiernos de Mitre y Sarmiento.
En 1870 estalló la revolución de López Jordán, irritado por la actitud legalista y conciliadora de Urquiza. Este fue asesinado en su Palacio de San José el 11 de abril de 1870 y dos de sus hijos, Justo y Waldino, fueron igualmente muertos en Concordia.
Víctima de la pequeñez localista de un rebelde caía uno de los hombres que más esfuerzos había realizado por lograr la unión y la tolerancia entre los argentinos, como único camino hacia el progreso.

lunes, 16 de febrero de 2015

Facundo Quiroga, en las memorias de José María Paz

El 27 de noviembre de 1788 nació Juan Facundo Quiroga Argañaraz, en el departamento de Los Llanos, La Rioja. Luchó en las campañas libertadoras junto a San Martín, pero pronto regresó a su provincia natal para unirse al ejército que luchaba contra los realistas.
Concluida la guerra de independencia, Quiroga dio su apoyo al Congreso reunido en Buenos Aires en 1824. Sin embargo, un año más tarde enfrentó el proyecto político unitario de Rivadavia junto a los caudillos federales Juan Bautista Bustos y Felipe Ibarra. Derrotó a Lamadrid en las batallas de El Tala y Rincón de Valladares y se convirtió en uno de los más destacados referentes del movimiento federal del Interior; apodado “el tigre de Los Llanos” por su valentía y temeridad, Quiroga invadió Córdoba y se apoderó de la ciudad, pero fue desalojado por el general unitario José María Paz, que lo venció en La Tablada el 22 de junio de 1829 y en Oncativo un año después.
La batalla de La Ciudadela, en Tucumán, librada el 4 de noviembre de 1831, concluyó con la victoria de Quiroga y junto a la victoria de Rosas sobre Lavalle en Buenos Aires, puso término a la guerra civil.
Quiroga se instaló en Buenos Aires. Mantenía con Rosas una relación de aliado y era considerado por don Juan Manuel como su hombre en el Interior. Las diferencias entre Rosas y Quiroga se centraban en el tema de la organización nacional. Mientras que este último se hacía eco del reclamo provincial de crear un gobierno nacional que distribuyera equitativamente los ingresos nacionales, Rosas y los terratenientes porteños se oponían a perder el control exclusivo sobre las rentas del puerto y la Aduana.
Ante un conflicto desatado entre las provincias de Salta y Tucumán, Manuel Vicente Maza, por entonces gobernador de Buenos Aires, encomendó a Quiroga una misión mediadora. Quiroga se trasladó al Norte para llevar a cabo la gestión, pero a su regreso, fue asesinado el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco, provincia de Córdoba, por Santos Pérez, un sicario al servicio de los hermanos Reinafé, hombres fuertes de la provincia mediterránea, ligados a Estanislao López.
Reproducimos a continuación un fragmento de las memorias del general José María Paz, donde alude a las deserciones que sufrían los ejércitos unitarios ante la aproximación del bravo “tigre de los llanos” con sus capiangos, “hombres que –según la creencia popular- tenían la sobrehumana facultad de convertirse, cuando lo querían, en ferocísimos tigres”. También se mofa Paz en el relato que a continuación citamos del célebre caballo moro de Quiroga, “confidente, consejero y adivino” del caudillo riojano.
Fuente: José María Paz, Memorias póstumas del general José María Paz, Tomo II, La Plata, 1892, págs. 176-182.
En las creencias populares, con respecto a Quiroga, hallé también un enemigo fuerte a quien combatir; cuando digo populares, hablo de la campaña, donde esas creencias habían echado raíces en algunas partes, y no solo afectaban a la última clase de la sociedad. Quiroga era tenido por un hombre inspirado; tenía espíritus familiares que penetraban en todas partes y obedecían sus mandatos; tenía un célebre caballo moro (así llaman al caballo de un color gris), que a semejanza de la sierva de Lertorio, le revelaba las cosas más ocultas, y le daba los más saludables consejos; tenía escuadrones de hombres, que cuando los ordenaba se convertían en fieras, y otros mil absurdos de este género. Citaré algunos hechos ligeramente, que prueban lo que he indicado.
Conversando un día con un paisano de la campaña, y queriendo disuadirlo de su error, me dijo: “Señor, piense usted lo que quiera, pero la experiencia de años nos enseña que el señor Quiroga es invencible en la guerra, en el juego, y bajando la voz, añadió, en el amor. Así es que, no hay ejemplar de batalla que no haya ganado; partida de juego, que haya perdido; y volviendo a bajar la voz, ni mujer que haya solicitado, a quien no haya vencido”. Como era consiguiente, me eché a reír con muy buenas ganas; pero el paisano ni perdió su seriedad, ni cedió un punto de su creencia.
Cuando me preparaba para esperar a Quiroga, antes de la Tablada, ordené al comandante don Camilo Isleño, (…)  que trajese un escuadrón a reunirse al ejército, que se hallaba a la sazón en el Ojo de Agua, porque por esa parte amagaba el enemigo. A muy  corta distancia, y la noche antes de incorporárseme, se desertaron ciento veinte hombres de él, quedando solamente treinta, con los que se me incorporó al otro día. Cuando le pregunté la causa de un proceder tan extraño, lo atribuyó al miedo de los milicianos a las tropas de Quiroga. Habiéndole dicho que de qué provenía ese miedo, siendo así que los cordobeses tenían dos brazos y un corazón como los riojanos, balbuceó algunas expresiones, cuya explicación quería absolutamente saber. Me contestó que habían hecho concebir a los paisanos, que Quiroga traía entre sus tropas cuatrocientos capiangos, lo que no podía menos que hacer temblar a aquellos. Nuevo asombro por mi parte, nuevo embarazo por la suya, otra vez exigencia por la mía, y finalmente, la explicación que le pedía. Los capiangos, según él, o según lo entendían los milicianos, eran unos hombres que tenían la sobre-humana facultad de convertirse, cuando lo querían, en ferocísimos tigres, “y ya ve usted”, añadía el candoroso comandante, “que cuatrocientas fieras lanzadas de noche a un campamento, acabarán con él irremediablemente”.
Tan solemne y grosero desatino no tenía más contestación que el desprecio, o el ridículo; ambas cosas empleé, pero Isleño conservó su impasibilidad, sin que pudiese conjeturar si él participaba de la creencia de sus soldados, o si sólo manifestaba dar algún valor a la especie, para disimular la participación que pudo haber tenido en su deserción: todo pudo ser.
Un sujeto de los principales de la Sierra, comandante de milicias, Güemes Campero, había hecho toda la campaña que precedió a la acción de la Tablada, con Bustos y Quiroga; vencidos estos, se había retirado a su departamento, y después de algún tiempo que se conservó en rebeldía, fue hecho prisionero y cayó en mi poder. No tuvo más prisión que mi casa, donde se le dio alojamiento, sin más restricción, que no salir a la calle; por lo demás, asistía a mi mesa, y comunicaba con todo el mundo. Un día estando comiendo, algunos oficiales tocaron el punto de la pretendida inteligencia de Quiroga con seres sobre-humanos, que le revelaban las cosas secretas, y vaticinaban el futuro. Todos se reían, tanto más, cuanto Güemes Campero, callaba, evitando decir su modo de pensar. Rodando la conversación, en que yo también tomé parte, vino a caer en el célebre caballo moro, confidente, consejero, y adivino de dicho General. Entonces fue general la carcajada y la mofa, en términos, que picó a Güemes Campero, que ya no pudo continuar con su estudiada reserva; se revistió, pues, de toda la formalidad de que era capaz, y tomando el tono más solemne, dijo: “Señores, digan ustedes lo que quieran, rían cuanto se les antoje, pero lo que yo puedo asegurar, es que el CABALLO MORO se indispuso terriblemente con su amo, el día de la acción de la Tablada, porque no siguió el consejo que le dio, de evitar la batalla ese día; y en prueba de ello, soy testigo ocular, que habiendo querido poco después del combate, mudar caballo y montarlo [el general Quiroga no cabalgó el moro en esa batalla), no permitió que lo enfrenasen por más esfuerzos que se hicieron, siendo yo mismo uno de los que procuré hacerlo, y todo esto, era para manifestar su irritación por el desprecio que el General hizo de sus avisos”. Traté de aumentar algunas palabras para desengañar aquel buen hombre, pero estaba tan preocupado, que me persuadí de que era por entonces imposible.
A vista de lo que acabo de decir, (…) fácil es comprender cuánto se hubiera robustecido el prestigio de este hombre no común, si hubiese sido vencedor en la Tablada. Las creencias vulgares se hubieran fortificado hasta tal punto, que hubiera podido erigirse en un sectario, ser un nuevo Mahoma, y en unos países tan católicos, ser el fundador de una nueva religión, o abolir la que profesamos. A tanto sin duda hubiera llegado su poder, poder ya fundado con el terror, cimentado sobre la ignorancia crasa de las masas, y robustecido con la superstición, una o dos victorias más, y ese poder era omnipotente, irresistible. Adviértase que esa victoria que no obtuvo, le hubiera dado una gran extensión a su influencia, y que si antes, además de la Rioja, la ejercía en algunas provincias solamente, entonces hubiera sido general en todo el interior de la República.

martes, 3 de febrero de 2015

El Combate de San Lorenzo - Por Bartolomé Mitre

El río de la Plata y sus afluentes reconocían por únicos señores a los marinos de Montevideo, quienes
hostilizaban todo el litoral argentino. El gobierno de la revolución, para contrarrestarlos levantó baterías frente al Rosario y en Punta Gorda(aprox. 50 km. al norte de Rosario), pero el río Paraná continuaba siendo el teatro de sus continuas depredaciones. En octubre de 1812 fueron cañoneados, asaltados y saqueados los pueblos de San Nicolás y San Pedro.
Alentados por el éxito de estas empresas los realistas resolvieron darles extensión, como medio de hostilidad permanente. Organizaron sigilosamente una escuadrilla con el plan de remontar el río, destruir las baterías del Rosario y Punta Gorda, y subir hasta el Paraguay apresando en su trayecto los buques de cabotaje que se ocupaban del tráfico comercial con aquella provincia. Se confió la dirección del convoy al corso español Rafael Ruiz, y al mando de la tropa de desembarco al capitán Juan Antonio Zabala. En enero llegaron estas noticias al gobierno de Buenos Aires, que mandó desarmar las baterías del Rosario, por no considerar conveniente su defensa. Al mismo tiempo, dispuso se reforzasen las baterías de Punta Gorda y ordenó al coronel del recientemente creado Regimiento de Granaderos a Caballo, José Francisco de San Martín que con una parte de su regimiento protegiese las costas del Paraná desde Zárate hasta Santa Fe.
La expedición naval realista, procedente de Montevideo, penetró por las bocas del Guazú a mediados del mes de enero de 1813. Se componía de 11 embarcaciones armadas, tripuladas por 300 hombres. Aunque retrasada la expedición por los vientos del norte, San Martín apenas tuvo tiempo de salir a su encuentro a la cabeza de 140 granaderos y destacó algunas partidas para vigilar la costa del río. El 28 de enero la flotilla enemiga pasó por San Nicolás. El 30 subió más arriba del Rosario, sin hacer ninguna hostilidad. El comandante militar del Rosario, don Celedonio Escalada, reunió la milicia para oponerse al desembarco. Consistía su fuerza en 22 hombres armados, 30 de caballería y un cañoncito manejado por media docena de artilleros.
En la noche levaron anclas los buques españoles, y el día 30 amanecieron frente a San Lorenzo, veintiséis kilómetros al norte del Rosario, anclando a 200 metros de la orilla. Las altas barrancas, escarpadas como una muralla, sólo son accesibles por los puntos en que la mano del hombre ha abierto sendas, practicando cortaduras. Sobre la alta planicie que corona la barranca se levanta el convento de San Carlos, con sus grandes claustros de sencilla arquitectura. Un destacamento español desembarcó con el objeto de requerir víveres a los frailes y ante la llegada de Escalada, que con 50 hombres constituía la avanzada de San Martín, se replegó a sus naves. En la noche del 31 fugó de la escuadrilla el paraguayo José Félix Bogado. Por él se supo que toda la fuerza de la expedición realista no pasaba de 350 hombres. Inmediatamente transmitió Escalada esta noticia, y uno de sus mensajeros encontró al coronel San Martín al frente de los granaderos, cuya marcha se había retrasado en dos jornadas respecto de la expedición naval española. Sin estas circunstancias casuales, que dieron tiempo para que todo se preparase convenientemente, el combate de San Lorenzo no habría tenido lugar.
San Martín, con su columna, seguía a marchas forzadas. En la noche del día 2 de 'febrero, llegó a la posta de San Lorenzo, distante cinco kilómetros del convento. Allí encontró los caballos que Escalada había hecho llevar a modo de remonta. Esa misma noche la columna patriota arribó al convento de San Carlos, en San Lorenzo. Todas las celdas estaban desiertas y ningún rumor se percibía en los claustros. Cerrado el portón, los escuadrones echaron pié a tierra en el gran patio del convento, prohibiendo el coronel que se encendiesen fuegos, ni se hablara en voz alta. San Martín, provisto de un catalejo, subió a la torre de la iglesia y se cercioró de que el enemigo estaba allí por las señales que hacía por medio de fanales. Seguidamente reconoció el terreno vecino y, tomando en cuenta las noticias suministradas por Escalada, formó inmediatamente su plan.
Al frente del convento se extiende una alta planicie, adecuada para las maniobras de la caballería. Entre el atrio y el borde de la barranca acantilada, a cuyo pie se extiende la playa, media una distancia de poco más de 300 metros, lo suficiente para dar una carga de fondo. Con estos conocimientos, San Martín dispuso que los granaderos saliesen del patio y se emboscaran formados tras los macizos claustros y las tapias posteriores del convento. Al rayar la aurora, subió por segunda vez al campanario provisto de su anteojo militar. Pocos momentos después de las cinco de la mañana las primeras lanchas de la expedición española, cargadas de hombres armados, tomaban tierra. Eran dos pequeñas columnas de infantería en disposición de combate. San Martín se puso al frente de sus granaderos y arengó a quienes por primera vez iba a conducir a la pelea. Después de esto tomó el mando del 2º escuadrón y dio el del 1º al capitán Justo Bermúdez, con prevención de flanquear y cortar la retirada a los invasores: "En el centro de las columnas enemigas nos encontraremos, y allí daré a Ud. Mis órdenes." Los enemigos, unos 250 hombres, venían formados en dos columnas paralelas con la bandera desplegada y traían dos piezas de artillería al centro. En aquel instante resonó por primera vez al clarín de guerra de los Granaderos a caballo. Salieron por derecha e izquierda del monasterio los dos escuadrones, sable en mano y en aire de carga, tocando a degüello. San Martín llevaba el ataque por la izquierda y Bermúdez por la derecha. El combate de San Lorenzo tiene de singular que ha sido narrado con encomio por el mismo enemigo vencido: "Sin embargo, de la primera pérdida de los enemigos, desentendiéndose de la que les causaba nuestra artillería, cubrieron sus claros con la mayor rapidez, atacando a nuestra gente con tal denuedo que no dieron lugar a formar cuadro."
Las cabezas de las columnas españolas desorganizadas en la primera carga, que fue casi simultánea, se replegaron sobre las mitades de retaguardia y rompieron un nutrido fuego contra los agresores, recibiendo a varios de ellos en la punta de sus bayonetas. San Martín, al frente de su escuadrón, se encontró con la columna que mandaba en persona el comandante Zabala. Una descarga de fusilería mató a su caballo y le derribó en tierra, quedando aprisionada bajo el corcel ya muerto una de sus piernas. Trábase a su alrededor un combate parcial de arma blanca, recibiendo él una ligera herida de sable en el rostro. Un soldado español se disponía a atravesarlo con la bayoneta, cuando uno de sus granaderos, llamado Baigorria, traspasó a realista con su lanza. San Martín habría sucumbido en aquel trance, si otro de sus soldados no hubiese venido en su auxilio, echando pie a tierra y arrojándose sable en mano en medio de la la refriega.
Con fuerza y serenidad Juan Bautista Cabral, desembaraza a su jefe del caballo muerto y recibe, en aquel acto, dos heridas mortales, gritando con entereza: ¡Muero contento. Hemos batido al enemigo!
El capitán Bermúdez, a la cabeza del escuadrón de la derecha, hizo retroceder la columna que encontró a su frente. La victoria se consumó en menos de un cuarto de hora. Los españoles, desconcertados y deshechos por el doble y brusco ataque, abandonaron en el campo su artillería, sus muertos y heridos, y se replegaron haciendo resistencia sobre el borde de la barranca, donde intentaron formar cuadro. La escuadrilla rompió fuego para proteger la retirada, y una de sus balas hirió al capitán Bermúdez en el momento en que llevaba la segunda carga. El teniente Manuel Díaz Velez, que lo acompañaba, arrebatado por su entusiasmo y el ímpetu de su caballo, se despeñó de la barranca. Los últimos dispersos españoles se lanzaron en fuga a la playa baja, precipitándose muchos de ellos al despeñadero. Los granaderos tuvieron veintisiete heridos y quince muertos.
San Martín suministró generosamente víveres frescos para los heridos enemigos, a petición del jefe español. A la sombra de un pino añoso, que todavía se conserva en el huerto de San Lorenzo, firmó el parte de la victoria.
El combate de San Lorenzo, aunque de poca importancia militar, fue de gran trascendencia para la revolución. Pacificó el litoral de los ríos Paraná y Uruguay, dando seguridad a sus poblaciones; mantuvo libre la comunicación con Entre Ríos, que era la base del ejército sitiador de Montevideo; privó a esta plaza del auxilio de víveres para prolongar su resistencia; conservó franco el comercio con el Paraguay, que era una fuente de recursos y, sobre todo, dio un nuevo general a sus ejércitos y a sus armas un nuevo temple.