Roldán fue abogado y político conservador. Ocupó diversos cargos públicos, como el de diputado nacional y ministro de la intervención federal de la provincia de Tucumán.
Fue un orador brillante, de un estilo propio de la época que parecería excesivo y recargado pero que entonces suscitaba admiración. Colaboró en publicaciones literarias.
Como literato, su obra se ha encuadrado en el decadentismo. Su preocupación era ante todo el colorido y la musicalidad. Sobresalen Cuentos de amargura; los volúmenes de poesías La senda encantada; Letanías de la tarde; Bajo la toca de lino; las piezas teatrales Luz de hoguera; El mozo de suerte; La niña a la moda; El rosal de las ruinas y El puñal de los troveros.
Estudió en el colegio nacional central de Buenos Aires. Luego en la facultad de Derecho donde se doctoró en 1896. Fue militante de la Unión Cívica Nacional, y dentro de ese partido fue candidato a diputado, alcanzando la banca en 1902. Fue miembro correspondiente de la Real Academia de la Lengua.
Como orador, quizá su faceta más conocida en vida, en 1909 se le encomendó asistir a la inauguración del monumento al general José de San Martín en Boulogne-sur-Mer (Francia), donde pronunció una recordada pieza oratoria que comienza: "Padre nuestro que estás en el bronce". Notablemente, eligió el 17 de agosto, día de la muerte de San Martín, para quitarse la vida.
El psiquiatra Saúl Salischiker hace notar que entre 1922 a 1956 se suicidaron 20 escritores que padecieron el trastorno del estado de ánimo denominado "depresión mayor o trastorno bipolar".
Entre los más famosos cuenta a Belisario Roldán, Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni y Lisandro de la Torre, aunque en cada caso el suicidio pudo tener otras motivaciones: el cáncer terminal en los casos de Quiroga y Alfonsina, la pérdida de perspectivas y el desengaño amoroso y político en Lugones y la ruina catastrófica de sus ideales en Lisandro.
Como muestra del estilo de Belisario, del ambiente que pretendía crear y de la sentimentalidad prevaleciente entonces, que es posiblemente lo que el tiempo más dejó atrás y de la que fue expositor y quizá víctima, vale su poema "El adiós".
El adiós
Y bien, compañera, ha llegado el día
el día y la hora del último beso...
Nada de sollozos, ¡no caigas en eso!
Tienen estos trances su melancolía;
pero hay que ser fuertes, como te decía
ayer por la noche, mi mejor amigo...
Toma tu sombrero, toma tu manchón,
y arrópate bien... aquí está el abrigo,
hay un frío afuera y una cerrazón...
Echemos con calma la llave al romance;
era tiempo ya de ponerle fin,
no hay sueños eternos ni rosa que alcance
a adornar por siempre la paz de un jardín.
Yo ...recobro toda mi soberanía,
tú recobras toda la gran libertad;
y no podrá el tiempo, ni la lejanía,
ni las nuevas cosas, ni mi soledad,
borrar el perfume del idilio grave,
los buenos amigos me hablarán de ti;
"Sigue tan hermosa, tan fina, tan suave;
ayer, casualmente, de tarde, la vi..."
Y yo sonreiré ...con cierta ternura
y un gesto muy vago, como paternal,
mientras los recuerdos harán su conjura
trayéndome en brazos tu carita oval,
tus ojos, tus gracias y tus ardimientos
Se puede, ¡que diablos!, vivir otra vez,
a pura memoria los buenos momentos.
El amor, querida, igual que el ciprés
conoce el secreto del verdor eterno,
así, cuando partas dentro de un instante,
cuando en este día brumoso de invierno
transponga esa puerta tu gracia fragante
para no volver, simultáneamente
irás avanzando sobre mi pasado;
y yo te aseguro que entrarás de frente,
reina y soberana, al templo sagrado...
...Después, algún día -un día cualquiera-
sin haberlo el uno ni el otro deseado,
nos sorprenderemos, buena compañera...
y en el bosque alegre, o en el cabaret,
del brazo de un hombre distinto de mí,
más linda que nunca te reencontraré
y un poco del duelo que palpita aquí
nublará de golpe tu faz y la mía
desplegando un punto sobre nuestra frente
sus dos grandes alas... la melancolía...
Y al volver a casa, displicentemente,
evocando tiempos que fueron hermosos,
mientras me despojo del gabán y tiro,
sin saber adónde, los guantes rugosos,
llenaré la alcoba con un gran suspiro...
No llores querida...No hay por qué llorar.
Arréglate el pelo, toma tu manchón,
la cartera de oro, la piel de renard.
Hay un frío afuera y una cerrazón
Gracias! Esto me recuerda a una queridisima amiga y su abuelita! Gracias por los detalles de F. ROLDAN
ResponderEliminarSencillamente enorme.
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