viernes, 4 de noviembre de 2011

Ezequiel Martínez Estrada

(San José de la Esquina, 1895 - Bahía Blanca, 1964) Escritor argentino, una de las figuras más sobresalientes del género ensayístico en América Latina; el conjunto de su obra lo sitúa en una de las cimas del pensamiento argentino contemporáneo. Sus agudas reflexiones sobre la realidad nacional, formuladas en su mayoría a partir de los años treinta, constituyen una fuente inagotable de debate y discusión, al tiempo que de irradiación de ideas y propuestas para comprender el país y su compleja realidad.
Nació en el seno de una familia humilde y fue un verdadero autodidacto; trabajó como empleado en Correos y dio clases de literatura en el Colegio Nacional de la Universidad de La Plata. Se inició en el campo literario como poeta, con la publicación de Oro y piedra (1918), Nefelibal (1922), Motivos del cielo (1924), Argentina (1927) y Humoresca (1929), de clara influencia modernista. L. Lugones lo saludó desde las páginas de La Nación con el poema Laureado en Gay saber. En la década siguiente abordó el ensayo con Radiografía de la pampa (1933) y luego inició un silencio literario que se prolongó hasta 1940, cuando publicó La cabeza de Goliath
En 1945 abandonó los cargos públicos por su rotunda oposición al gobierno de Juan D. Perón. Luego de una enfermedad que lo mantuvo postrado entre 1950 y 1955 retomó la escritura con Coplas del ciego (1959), un conjunto de aforismos; ese año viajó a México, donde se dedicó a la enseñanza, y en 1960 marchó a Cuba. Allí permaneció un año trabajando en una monumental obra sobre J. Martí.
Su residencia en ese país y el discurso que pronunció con motivo del aniversario de la revista Cuadernos Hispanoamericanos le valieron críticas adversas en Argentina. Martínez Estrada respondió desde la revista uruguaya Marcha, argumentando que no era comunista sino defensor de la revolución cubana, un cristiano al margen de la Iglesia, partidario de la libertad y la dignidad de los hombres. Pensador independiente, dijo lo que creía justo, sin hacer concesiones. Su feroz antiperonismo y su defensa de Cuba lo habían dejado aislado. Cuando falleció tenía dactilografiadas 800 páginas del libro sobre Martí, que se publicó posteriormente en la isla.

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