miércoles, 14 de diciembre de 2011

Alfredo Abalos: uno de los grandes nombres de la canción folklórica

Alfredo Abalos atiende el teléfono desde Rosario, donde fue a cantar como lo hace casi desde siempre, en su incesante peregrinar por el interior del país. Acaba de sufrir un pequeño susto, una indisposición que obligó a una rápida internación, pero ya está repuesto, listo para volver a Santiago del Estero, y respondiendo afirmativo y polémico como es su costumbre. Se manifiesta orgulloso de que su último CD, Te digo, chacarera sea editado por Página/12, y explica que el disco contiene “las cosas que he venido haciendo durante toda mi vida. Siempre digo que he tratado de hacer buena música, no me interesa cantar pavadas para vender cien discos más. Yo canto cosas con fundamento, que me gusten, trato de marcar un camino, sobre todo a la juventud. Canciones que tengan melodía, un lindo mensaje, y que sean folklóricas, que tengan una gran dosis de música tradicional argentina, eso es fundamental”.
–La mayoría de las canciones son compuestas por usted, o alguno de sus hijos.
–También hay de otros autores, como Ariel Petrocelli y Hugo Díaz, o Julio Argentino Jerez. Son cosas que voy escuchando y que me gustan, por eso es que tardo tanto tiempo entre un disco y otro, porque no es cuestión de ponerse a cantar cualquier cosa. No hay otro camino que hacer las cosas con seriedad, no me voy a poner a pelotudear a esta altura de mi vida. Cuando grabo, siempre busco alguna gente que admiro para que me acompañe. En Te digo, chacarera está el maestro Carlos García en dos temas, y Lalo Homer y el Negro Gómez, de Los Andariegos, en guitarras. Y después mis hijos, Martín y Santiago Abalos Santillán, que tocan guitarras, violín y bombo. Para el próximo disco, pienso invitar a Luis Salinas.
–¿Escucha rock, también?
–Un poco, por reflejo. Mi hijo Martín, que toca la guitarra conmigo, es fanático de Los Redondos, se va a todos los recitales.
–Usted es reconocido como un gran intérprete del folklore santiagueño. ¿Qué es lo que hace tan particular a la música de esta región?
–La música de Santiago tiene un corte muy especial, sobre todo la chacarera, que es un ritmo impresionante. Cuando entró Diego de Rojas en Santiago, en el siglo XIV, venía con mucha gente del Cuzco, que hablaba quichua, y con negros. Quedó el ritmo del negro y el idioma quichua, que todavía se habla muchísimo. Y además la guitarra española, toda esa simbiosis entre Africa, Europa y América. A fines de 1800, en Santiago del Estero había una gran población negra, sólo en Salavina había más de 8000. De ahí el bombo, y el swing de la música de Santiago. Por otro lado hay un misterio que no se puede expresar con palabras, el santiagueño es músico por naturaleza, por ahí te vas al medio del monte, y en un rancho perdido aparece un viejo de 80 años que agarra el violín y uno no puede creer las melodías que toca.
–También se dice que usted es un especialista en chacareras truncas, pero mucha gente no sabe lo que es.
–La chacarera trunca tiene una síncopa especial, el último compás es como que te deja con la pata en el aire, de ahí lo de “trunca”, es como que termina anticipadamente.
Curiosamente, este cantor y bombisto que se convirtió en sinónimo de Santiago del Estero, nació en San Fernando hace 66 años y se crió en Ranchos, en la provincia de Buenos Aires. Pero mientras hacía el secundario en San Isidro, donde su “barra” estaba integrada por gente como el Chango Farías Gómez y Hernán Figueroa Reyes, ya se sentía atraído por Santiago. “Volvía a Buenos Aires porque tenía compromisos, pero un buen día me quedé, hace ya 35 años. Yo amo Santiago, su gente, su música, sus comidas, sus tradiciones.” Si bien no tiene ningún parentesco con los Hermanos Abalos, es una confusión que lo ha perseguido toda la vida. Peroa Alfredo le gusta recordar a ellos y otros grandes músicos de Santiago, así como los grandes asados que hacían en su casa. “Quemábamos una vaca, como dice un amigo, y hacíamos unas juntadas con Sixto Palavecino, Felipe Corpo, Orlando Jerez, Miguel Simón, Pablo Raúl Trullenque, Rodolfo Dalera –de Los Chaskis, que en aquella época se llamaban Los Calchakis–, mi mujer, Muni, que también cantaba, no sabés lo que era escuchar ese nivel de músicos y cantores.”
–Hace poco estuvo festejando sus 50 años con la música, con un recital en el ND Ateneo.
–Sí, es lindo recordar tantos años de andar, y festejar con amigos como Luis Salinas, Hugo Casas, Colacho Brizuela. Tengo muchos recuerdos hermosos, agradezco haber vivido esas épocas. Yo era changuito cuando empecé, y me entreveraba con la gente que sabía para aprender. Le llevaba la guitarra al dúo Arbós-Narváez, andaba con el Gordo Troilo, que un día me escuchó cantar y le gustó. Me dijo “vos cantás lindo, pibe, sentate aquí al lado mío”, y me cantaba unos estilos criollos hermosos. Alfredo De Angelis, que me mandó a mi primer profesor de canto en Buenos Aires. Rogelio Araya, un gran cantor, Miguel Angel Trejo, un pianista impresionante. Gente que ha sido grande para la música argentina, pero parecería que éste es un país programado para olvidar a los grandes músicos; la penetración cultural es tremenda. Y un pueblo sin identidad está a un paso de la dominación. Ese es el problema que a mí me preocupa constantemente, y vivo renegando por eso.
Sin embargo, Abalos se muestra esperanzado por el resurgir del folklore que ve en su provincia. “En este momento en Santiago hay un semillero impresionante de chicos jóvenes, que están cantando y haciendo música. Se escucha muchísimo folklore, en ese aspecto estamos contentos porque no hemos sembrado en vano. Por otra parte, ando todo el año recorriendo el país, cantando en todos lados, y donde voy recibo el cariño de la gente, te brindan su casa, su familia, su auto, todo lo que te puedan dar para que tengas una hermosa estadía. Eso que es lo más hermoso que le puede pasar al cantor.” (Claudio Kleiman, Página\12.)                 El Coyuyo y la tortuga Alfredo Abalos. A su talento como cantor, une su dignidad y valentia. Tal vez por eso no suele recibir los honores frivolos que prodigan habitualmente los poderes de turno.

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