"En las calles de Buenos Aires no se ven, en las horas de la siesta más que médicos y perros". Así describía a la Gran Aldea un viajero francés. Y es que el pasatiempo preferido de los porteños era dormir la siesta. Tampoco había mucho que hacer. Las actividades principales eran la ganadería y el comercio, que se manejaban con poca mano de obra y una visita cada tanto a los lugares de producción y servicio. Ir de shopping llevaba muy poco tiempo. Bastaba atravesar la Plaza de la Victoria (actual plaza de Mayo) y recorrer la Recova donde estaban los puestos de los "bandoleros", como se llamaba entonces a los merceros frente a una doble fila de negocios de ropa y novedades.
Las diversiones
Convocaban por igual a ricos y pobres las corridas de toros. En 1791 el virrey Arredondo inauguró la pequeña plaza de toros de Monserrat (ubicada en la actual manzana de 9 de julio y Belgrano) con una capacidad para unas dos mil personas. Pero fue quedando chica, así que fue demolida y se construyó una nueva plaza para 10.000 personas en el Retiro en la que alguna vez supo torear don Juan Lavalle.
El pato, las riñas de gallo, las cinchadas y las carreras de caballo eran las diversiones de los suburbios orilleros a las que de tanto en tanto concurrían los habitantes del centro. Allí podían escucharse los "cielitos", que eran verdaderos alegatos cantados sobre la situación política y social de la época.
Las damas también gustaban de las corridas de toros pero preferían el teatro, la Opera y las veladas, que eran reuniones literarias y musicales realizadas en las casas. Eran la ocasión ideal para conseguir novio.
Los negros
Apenas siete años después de la segunda fundación de Buenos Aires, en 1587, se produjo el primer desembarque de africanos esclavos en Buenos Aires. Las travesías del Atlántico eran terribles. Viajaban amontonados sin las más mínimas condiciones sanitarias, mal alimentados y sometidos a la brutalidad de los traficantes.
Buenos Aires era una especie de centro distribuidor de esclavos. Desde aquí se los vendía y se los llevaba a los distintos puntos del virreinato. En Buenos Aires a los esclavos negros se los ocupaba sobre todo en las tareas domesticas como sirvientes en las casas de las familias más adineradas.
A pesar de la esclavitud, los negros de Buenos Aires y Montevideo no perdieron sus ganas de vivir e hicieron oír sus candombes y milongas y aportaron palabras a nuestro vocabulario como mucama, mandinga (el diablo) y tango.
El teatro
Una vez a la semana "la parte más sana del vecindario", como definía el Cabildo a sus miembros, es decir, los propietarios porteños, concurría al teatro para asistir a paquetas veladas de ópera y a disfrutar de las obras de teatro de Lavardén. Desde que la inaugurara el Virrey Vértiz en 1783, la Casa de Comedias, conocida como el Teatro de la Ranchería, se transformó en el centro de la actividad lírica y teatral de Buenos Aires hasta su incendio en 1792. En 1810 pudo reabrirse el Coliseo Provisional de Comedias dando un nuevo impulso al arte dramático.
El primer periódico de la colonia y la primera censura a la prensa
Durante el virreinato de Joaquín del Pino comienza a publicarse en Buenos Aires El Telégrafo Mercantil, el primer periódico de nuestra historia. El numero 1 apareció el primero de abril de 1801. Pero como el periódico decía cosas que molestaron al poder, fue clausurado por orden del virrey en octubre de 1802.
Las comunicaciones
Muy lejos del teléfono y la internet, los habitantes del virreinato se comunicaban por carta. Pero, ¿cuánto tardaba en llegar una carta a destino? Dependiendo lógicamente de las distancias, desde una semana a seis meses.
Las cartas eran llevadas a caballo a través de las postas, donde descansaban los mensajeros y cambiaban de caballo. Desde Buenos Aires tres veces por año salía un hombre a caballo hacia Chile, otro hacia el Perú y otro al Paraguay. Así que... había que armarse de paciencia. Con el tiempo aparecieron las galeras tiradas por varios caballos que transportaban pasajeros y correspondencia, acelerando los tiempos de llegada de las cartas.
En 1747 se creó el correo, pero recién con la apertura del puerto se regularizo la correspondencia con España.
El Consulado
Durante el virreinato de Arredondo se creó el Consulado en 1794, un organismo destinado a organizar la vida económica de la Colonia. Controlaba a los comerciantes para que no aumentaran injustificadamente sus precios y para que no engañaran a sus clientes con los pesos y medidas de sus mercaderías.
El primer secretario fue un joven criollo que había estudiado en Europa las más modernas teorías económicas, Manuel Belgrano, quien en los informes anuales del consulado aconsejara a las autoridades fomentar la industria y las artes productivas.
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